El proceso de captación y control de las universidades privadas del Ecuador avanza con vigor desde la Senescyt. Al cabo de dos años y más de “análisis” de los estatutos y formas de gobierno de las instituciones particulares, el señor René Ramírez ha emitido oficios de “recomendación” para que las universidades “adopten” un cogobierno ubicuo y el voto universal de estudiantes, trabajadores y docentes en la selección de autoridades y órganos institucionales. Aunque el funcionario cuida como nunca su lenguaje y habla de “sugerencias”, no hay duda de que se trata de una imposición encubierta.
La forma de gobierno que el Senescyt pretende implantar condena a las universidades particulares a su desaparición en el mediano y largo plazo. Es imposible que una institución que se autofinancia y que, por lo tanto, se apoya en una gestión eficiente, prospere en un ambiente politizado como el que se quiere introducir con procesos de “elección popular” –así reza el oficio- en las universidades privadas.
No es necesario ir demasiado lejos para dilucidar lo que esto implica. Recordemos el drama que viven hasta hoy algunas universidades públicas atravesadas por los intereses y grupos políticos que surgen de las “elecciones populares” universitarias. Habría que preguntarse, además, por qué la mayoría de altos cargos, funcionarios, militares, policías mantienen a sus hijos en las universidades privadas que, por definición, no dan cabida a la politiquería interna y procuran enfocarse en una buena gestión académica y financiera.
Habría que preguntarse, también, por qué los funcionarios del Senescyt toman como referentes universidades como Harvard, Yale o Princeton y no se detienen a mirar que el esquema de gobierno de dichas instituciones es diametralmente opuesto al que tratan de imponer a las universidades nacionales.
En un país que últimamente se caracteriza por un peligroso conformismo e individualismo, hay poca comprensión de las implicaciones que tendrá en la sociedad la captación política de las universidades privadas.
Es el conformismo que el célebre historiador y ensayista inglés, Tony Judt, definía como “banal” y que deriva del interés propio o de la falta de visión. Una conducta social aberrante que paraliza e impide evaluar el daño enorme que estas políticas traerán a la sociedad en su conjunto. No olvidemos, además, que el mayor obstáculo que siempre enfrentan los regímenes totalizantes de izquierdas o derechas es el pensamiento libre y autónomo que, por fortuna, aún fluye en las universidades ecuatorianas.
A pesar de los encendidos discursos oficiales que defienden una universidad plural y de calidad, con el oficio del señor Ramirez se inicia la demolición formal y progresiva de la universidad particular autofinanciada.