El 2002, cuando ganó las elecciones presidenciales Lula da Silva, se decía que el mayor problema que tenía el Partido de los Trabajadores (PT) era que no sabía cómo gobernar. Se dice en la actualidad que el mayor problema que tiene el PT es que no sabe cómo dejar el poder, no están preparados para vivir sin controlar al país, temen también que se desaten más juicios contra militantes corruptos.
El último escándalo que sacude a esa sociedad lo protagonizó un alto ejecutivo de Petrobras, uno de los mayores consorcios de hidrocarburos del mudo. Paulo Roberto Costa, director de abastecimiento y refinación de crudo, ocupó ese cargo desde el 2004, se mantuvo ahí durante los dos gobiernos de Lula, fue ratificado por Dilma Rousseff y fue destituido el 2012. Desde marzo de este año está preso en Curitiba, capital del estado de Paraná.
El exdirector montó un esquema de desvío de recursos de la empresa estatal. Logró ocultar las pruebas, pero la justicia, independiente del poder político, descubrió que tenía una cuenta personal en Suiza, con un saldo de USD 23 millones. Los movimientos ilegales mientras dirigió Petrobras suman un poco más de USD 4 000 millones, según la Folha de Sao Paulo. Uno de los escándalos apuntan a una negociación para comprar una refinería en Pasadena, California, que una empresa belga había adquirido en USD 42,5 millones el 2005, pero al año siguiente Petrobras la compró en 1,2 mil millones.
Como todo generoso con dinero ajeno, Paulo Roberto Costa, conjuntamente con su cómplice Alberto Youssef, hacía llegar una buena parte de los recursos obtenidos ilegalmente a políticos afines a la base de partidos políticos que apoyan al PT. Los presidentes de la Cámara de Diputados y Senadores, ministros, el tesorero del PT y gobernadores, fueron descubiertos durante las investigaciones. Todo esto se conoció gracias a la figura jurídica de la ‘delación premiada’, que consiste en delatar a los cómplices a cambio de una reducción de años en la cárcel.
En plena campaña, Paulo Roberto Costa fue trasladado para que declare en la Comisión Especial de Investigación. Pero como el PT es hábil para maniobrar, la comparecencia fue reservada, sin la presencia siempre incómoda de la prensa. Todo esto para no afectar la cerrada lucha electoral entre la presidenta Rousseff y la candidata socialista Marina Silva.
El analista Fernando Rodrigues cree que una victoria de Dilma Rousseff solo atrasará la crisis existencial del PT, porque en el 20018 o en el 2022 tal vez tengan que dejar el poder. Lula, el más grande “campañero” que ha conocido Brasil, asumió todo el control del proceso electoral y Marina comienza a sentir la presión. Todo apunta a que el escándalo de Petrobras no alcanzará para virar la supremacía del PT de cara a la elección presidencial del 5 de octubre.