Un aspecto fundamental para que una sociedad pueda proyectarse en el futuro de manera clara y sólida reside en el conocimiento que tengamos de nuestra historia. De los hechos que pueden considerarse como memorables y que jugaron un papel clave en nuestro devenir como nación.
Uno de estos hechos es la Batalla de Pichincha, la cual tuvo lugar el 24 de mayo de 1822. Al cumplirse entonces los 200 años de esta gesta heroica, más que rememorar ciertos episodios dramáticos y hasta cierto punto caricaturescos que incluían los libros de texto en torno de la figura de Abdón Calderón, la obligación de las autoridades y las instituciones es contribuir para que esta conmemoración rescate los aspectos y valores más trascendentales.
La batalla de Pichincha se enmarca dentro de los procesos de emancipación de los territorios que fueron colonizados por España y otros países europeos en América, dando origen a la formación de los estados nacionales modernos. Fueron auténticas guerras por la independencia que en su mayoría ocurrieron durante el primer cuarto del siglo XIX.
Tuvieron especial influencia el liberalismo y la francmasonería, así como los principios esgrimidos en la Revolución estadounidense de 1776 y la Revolución Francesa de 1789. La triada libertad, igualdad y fraternidad siguen teniendo igual o mayor vigencia que en el pasado.
Lo penoso es que estos hechos vayan perdiendo fuerza a medida que pasa el tiempo o que sean interpretados de manera muy pobre por el desconocimiento de la historia, la falta de visión y liderazgo. Esto último es lo que está sucediendo con los eventos que está realizando la alcaldía de Quito. Este lunes, como parte de los actos que se realizan por el Bicentenario de la Batalla de Pichincha, el alcalde acaba de develar un mural en el que aparece como protagonista la figura de Pikachu (de la serie de Pokémon).
200 años después, Abdón Calderón y otros próceres de la independencia han sido desbancados por Pikachu. Seguimos siendo un país sin conciencia y una pobre memoria histórica.