No eran ciudadanas, no hacían “vida pública”, ni soñaban con funciones de responsabilidad política. En realidad, ni siquiera podían manejar sus propios bienes porque lo hacían, en su nombre, sus padres o maridos. Pero las mujeres de nuestros países en el siglo XIX estaban destinadas a ser “el ángel del hogar”, la reserva moral de la sociedad, portadoras del mensaje religioso, referentes de las conductas correctas y primeras maestras de sus hijos. Por ello había que preocuparse de su educación o al menos de su instrucción elemental.
Los gobernantes de los países andinos decimonónicos creyeron que debían establecer instituciones o procedimientos para darles una formación básica a quienes iban a ser las madres de los ciudadanos o de los trabajadores del futuro. No era, quizá, por ellas mismas, sino por sus hijos, por la familia, por la patria, que debían tener conocimientos que les permitieran ser buenas amas de casa y formadoras de sus hijos. Claro que muchas, las viudas, las madres solteras o abandonadas, sobre todo las de las clases pobres, también tenían su propio trabajo para ayudar a sostener, y a veces para mantener a la familia. Pero incluso ellas, como todas, debían asumir la responsabilidad de ser las iniciales maestras de su descendencia.
Con todo y lo importante de este aspecto de la vida social del siglo XIX, hay pocos estudios al respecto. Por ello, es muy relevante el libro “La educación de las mujeres en los países andinos: el siglo XIX” de Isabel Cristina Bermúdez, doctorada en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador.
Uno de los puntos más relevantes de la obra es su gran esfuerzo comparativo entre cuatro países. Por otra parte, la autora ha trabajado en forma pionera con una metodología que le permite hacer un estudio específico de historia de mujeres, planteando cuatro grandes cuestiones que la llevaron a ofrecer importantes aportes al conocimiento histórico, especialmente en la relación educación femenina-sociedad.
El libro está dividido en dos partes. La primera da cuenta de la transición conceptual de la educación femenina de la colonia a la república.
La segunda parte destaca la importancia de educar e instruir a las mujeres. Al final, concreta el analiza dos proyectos contrapuestos, el radicalismo liberal y el confesionalismo conservador en Colombia y Ecuador.
Esta es una obra llena de elementos comparativos que permiten ver el siglo XIX de nuestros países desde la perspectiva de las mujeres como “ángeles del hogar”, maestras de los ciudadanos, pero sobre todo trabajadoras sin salario y a veces sin destino, subalternizadas por las necesidad de consolidación de los estados nacionales, que fueron elitistas, excluyentes, homogenizadores y machistas. ¡Cuánto les deben las patrias a nuestras abuelas!
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