Los ecuatorianos no acabamos de resolver la difícil ecuación que nos plantea el mejoramiento de las vías y el aumento del parque automotor, por un lado, y el respeto a las normas para evitar accidentes, destrucción y muertes, por otro.
Si bien la estadística nunca podrá reflejar el dolor y los costos que vienen aparejados con el flagelo, sí nos sirven para observar cómo, a medida que el país cuenta con mejores vías y mayor número de autos, los siniestros suben.
Por ejemplo, de 25 588 accidentes viales en el 2010, pasamos a 38 658 en el 2014; en el 2015 la cifra bajó a 35 701, pero aún sigue siendo alta. Por fortuna, la relación entre muertos y heridos no ha crecido en igual proporción, pero resulta significativa: en promedio, cada día hay 69 heridos y 6 muertos por accidentes viales, el año pasado.
Las normas, por más drásticas que sean, nunca serán suficientes si realmente no hay conciencia en la ciudadanía sobre este problema social. Una de las principales causas de los accidentes de tránsito en el 2015 fue conducir bajo los efectos del alcohol u otras drogas.
A la par, hay un irrespeto sistemático al control electrónico. En Quito, por ejemplo, el 2015 se dieron a través de las fotomultas: 59 279 infracciones; un alto porcentaje, por irrespetar la luz roja.
En las carreteras la situación tampoco es halagüeña. Muchos radares colocados en las vías han sido agredidos. Ya es tiempo de una campaña para combatir, con educación, políticas eficaces y tecnología, este lío de alto costo social.