Parece que la condición humana necesita homenajear y ser homenajeada. En muchos casos es justo y necesario. Pienso en los médicos y en el personal de salud que se han dejado la piel atendiendo a los enfermos del covid. Duro ha sido y es verlos trabajar y, al mismo tiempo, ver a los bárbaros que salen ocultando su rostro de las fiestas clandestinas. Más allá de que los sanitarios cumplan con su deber no dudo que los médicos sean auténticos héroes. De todo habrá, como en botica, pero si hasta hoy hemos resistido, a pesar de la baja tasa de vacunación, es gracias a su trabajo y entrega.
También conviene señalar que los héroes no solo han sido ellos, sino cuantos sujetos al drama y a la improvisación han dado a favor de otros un poco o un mucho de su propia vida. Héroes me parecen los comerciantes que han tenido que cerrar sus negocios, los pequeños empresarios que se han dejado el pellejo para sacar adelante sus empresas, los miles de hombres y de mujeres que se han quedado en el desempleo, los niños y niñas que se han tenido que subir a los árboles para captar con su teléfono una mísera señal de internet y así poder hacer sus deberes, y, sobre todo, me parecen héroes los viudos y las viudas, los huérfanos y huérfanas de tanto muerto incapaz de encontrar una cama o un respirador,… Enfermos, médicos y familiares han sido al mismo tiempo héroes y mártires.
No sé por qué, pero siempre que hablamos de héroes surge en mi imaginación (o, simplemente, en mi memoria) la figura del villano, del malo de esta tragedia nacional. Villanos hubo en el gobierno que no pudieron, supieron o quisieron prever una variante asesina del Sars-covid que nos arrasó de forma inmisericorde; villanos incapaces de elaborar un plan de vacunación; villanos que se aprovecharon de su particular estatus de poderosos para colarse; villanos que acapararon y especularon con medicinas, ataúdes y bolsas para cadáveres; villanos que saquearon y prostituyeron hospitales y casas de salud; villanos que sacaron de la boca de los pobres el pan y la esperanza.
Si los héroes son la cara, los villanos corruptos son la cruz de nuestra realidad nacional. Por eso, no está de más que recordemos estas cosas a la sociedad civil y al Gobierno. Las promesas (también las electorales) se hacen para ser cumplidas. En estos momentos vacunar a los ecuatorianos en el plazo prometido es un criterio de verificación, de aprobación o de rechazo, para el gobierno de la República.
Entre héroes y villanos, gestos maravillosos o vergonzantes, la pandemia no será el fin del mundo. El pasado siglo XX fue pródigo en retrocesos que llenaron de luto millones de hogares. Pero si algo ha caracterizado a la especie humana y, en particular, al pueblo ecuatoriano, es la capacidad para sobreponerse a sus propios males. Todavía tenemos trabajo por delante. Gracias, muchas gracias a todos los héroes.