El polémico personaje, economista de profesión, lanzó en los años noventa lo que fue considerado como una de sus frases más polémicas: “Hay tres maneras para que el hombre se arruine. La más rápida es a través del juego; la más agradable es con las mujeres y, la más segura, siguiendo los consejos de un economista”. Roberto de Oliveira Campos, Cuiabá (1917), Río de Janeiro (2001), fue un francotirador en permanente evolución.
Como muchos economistas, especialmente en el principio de su carrera, defendió el papel soberano del Estado en la economía, de hecho trabajó en el segundo gobierno de Getulio Vargas y participó en la creación del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico). Sin embargo, su pensamiento comenzó a evolucionar a medida que sus conocimientos y experiencias le permitieron reconocer los errores de peso de las políticas económicas dirigidas desde el Estado. Cuando rompió con sus ideas casi religiosas sobre el Estado omnipotente reconoció: “Fue un error de juventud, como la gonorrea”. Y agregó otro elemento: “Fui un buen profeta, por lo menos mejor que Marx. El previó el colapso del capitalismo, yo lo contrario, el fracaso del socialismo”.
En la segunda faceta de su vida, la de economista liberal, Campos sostenía que el socialismo parte del principio de que el hombre es propietario de su cuerpo, pero no del uso de sus facultades.
Acostumbrado a remar a contracorriente, fue uno de los primeros en combatir el monopolio que ejerció Petrobras, uno de los mayores consorcios petroleros del mudo. Por eso hizo suya la frase del expresidente Castelo Branco: “Si es eficiente no necesita ser un monopolio”. A esa idea Campos agregó: “El petróleo es apenas un hidrocarburo, no es una ideología”.
Da la impresión que Campos predijo lo que ocurriría en Petrobras, un consorcio que precisamente se ha administrado como si fuera una ideología, con un dueño (el partido político en el poder que lo confundió con una caja chica de donde podía obtener recursos sin ningún control). Los esquemas de corrupción fueron investigados, las pérdidas de la compañía estatal son cuantiosas. La CEO de Petrobras, Graça Foster, fue separada de sus funciones, pero todavía faltan algunas aclaraciones para llegar a la verdad de cómo se manejó una empresa que la militancia política consideró propiedad del partido hegemónico.
Petrobras fue manejada por directores deshonestos que se aliaron con empresas corruptas que sobrefacturaron obras y robaron dinero que repartían a modo de propinas a políticos aliados. Si Roberto Campos viviera ya hubiera repetido una de sus frases que tanto irritaron a los políticos: “El dulce ejercicio de insultar a los americanos en nombre del nacionalismo nos exime de investigar las causas del subdesarrollo y permite a cualquier imbécil arrancar aplausos en campaña electoral”.
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