América Latina y Biden

Existe una frase que en algunas coyunturas resume identificaciones globales de América del Sur: las internacionales. Por ejemplo , en la década de los setenta, se usó el termino de “internacional de las espadas” por la secuencia o coincidencia de gobiernos militares urgidos ante la inminencia de que ganaran o gobernaran socialistas o simplemente populistas. El entorno de la Guerra Fría y la arraigada tradición de sus secuelas: el anticomunismo, y los sistemas represivos “ a finish”, coordinados como en la operación Cóndor, fueron suficientes.

Luego, a finales de la década de los setenta, con el gobierno de Jaime Roldós Aguilera se inauguró una etapa que también se la conoció como “la internacional de la democracia” que sustituía a la anterior.

Desde entonces y hasta la fecha no se habían producido fenómenos que merezcan repetir el adjetivo global que podría denominarse la “ internacional de la anarquía”. Lo sucedido en Ecuador, Chile, Colombia y Perú; más aún, si se agrega Brasil, cuyo gobernante confunde la conducción de su pueblo con el mundo de la selva amazónica en un afán de convertirse en el Trump sudamericano. Venezuela no cuenta, pues el gobierno y la oposición transitan con rapidez insólitas rutas maniqueas, sin tregua para no recuperar la senda de un país que fue cuna de libertadores del continente.

La Casa Blanca, con nuevos inquilinos, deben saber que en el actual mapamundi “el parque de atrás” no puede ser abandonado en semejante crisis a su libre albedrío. Antes, desde la Escuela de las Américas, en Panamá, se daban las instrucciones, y la situación regresaba a su carril y los pueblos a su redil. Hoy todo cambió. Cualquier descuido puede ser agradecido por China o Rusia; pero también pueden constituir un aviso de nuevos tiempos más productivos entre el sub continente y la potencia. Ahora todo es distinto. Urge sustituir la política bilateral por una multilateral. La Unión Europea exige una reconstrucción política de las relaciones, por lo que ha padecido durante Trump. Por su parte, en la región latinoamericana los pueblos están en las calles. Parece que se trata de una situación insuperable de brotes anárquicos de protestas, sin demandas, que prefieren el advenimiento de profetas sin biblias, antes que una restauración de la democracia.

Como en lo tiempos de la Guerra Fría, los países requieren de un Plan Marshall o una Alianza para el Progreso adaptada a los tiempos políticos y no solo al asistencialismo social y económico. Los jefes del Pentágono, además, deben admitir que sus decisiones estratégicas los debe conducir al combate con un enemigo que tiene inusitadas dimensiones y peligrosidad como del narcotráfico. Una historia – de pobreza, ausencia generalidades de conducción política y un temible enemigo mundial- para que aparezca en el horizonte un Kissinger bueno.

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