De los cinco grandes que marcaron el fútbol para siempre, cuatro ya han partido: Di Stéfano, Maradona, Cruyff y ahora Pelé. Messi es el único que queda y sigue vigente.
Hubo un tiempo en que solo había un rey y se llamaba Pelé. No había discusión posible. Desde 1958, cuando solo tenía 17 años y marcó el que es posiblemente el gol más bello en una final de los mundiales, quedó para siempre en la retina de todos. Y sobre todo con México 70, se convirtió en ese hombre que, de puro talento, fuerza e inteligencia, alucinó a todos los que los pudieron ver. Pero todo rey necesita un sucesor y en eso se pasó el mundo futbolero desde 1977, año de su retiro.
El problema para los demás, y sobre todo para los brasileños, era que siempre estuvo Pelé allí, como una presencia fantasmal, una memoria siempre presente que impedía que otros se lucieran. Parecía que nunca iban a ganar un mundial si es que no se olvidaban de Pelé. Y vivieron con esa condena durante 24 años.
El problema para un país ha sido tener un genio. Lo supo también Argentina que no podía vivir sin pensar en Maradona. Tampoco en este campeonato que ganó con Messi, por el que el país esperó 36 años, se pudo conquistar sin la sombra de Maradona: era él el que estaba alentando a Lionel junto a Don Diego y a la Tota, sus progenitores. Y las comparaciones de Lionel Messi y Maradona siempre fueron tediosas e inútiles.
En 1982, Brasil tuvo un equipo que resulta hasta ahora inolvidable para quienes lo vieron. Entre ellos destacaba uno: Zico. Lo llamaban ‘el Pelé blanco’. Y eso ya era todo un problema. El equipo fue eliminado y pasará al olvido cuando ya muera la última persona que no se dejó obnubilar por ese verdadero ‘jogo bonito’. Y Zico pasó a la historia como uno de esos grandes cracks, como Karla–Heinz Rummenigge, Michel Platiní, Ferenc Puskás, Johann Cruyff, entre otros.
En EE.UU. 94, cuando ganaron la final por penales tras un tedioso 0-0 de 120 minutos con Italia, si bien tuvieron grandes figuras, como Bebeto y sobre todo Romario, ninguno llegó a las dimensiones de Pelé. Y ese lugar tampoco lo lograron Ronaldo, Ronaldinho y menos, mucho menos, los de ahora, Neymar, por ejemplo. Los anteriores pudieron y supieron ser campeones. Pero Pelé seguía allí intocable en su trono.
Y hay razón para eso. Es imposible seguir los pasos a Pelé. Era casi perfecto: bueno con ambas piernas, el dribling, gambeta y amague, con la cabeza, con el remate, goleador, jugador del pase gol, que ahora llamamos asistencia. Y fue hasta rudo y violento con aquellos defensores que lo caían a patadas como único recurso para frenarlo.
En 1974, fue un neerlandés que pudo desafiar su reinado: Johan Cruyff. Pero si presencia fue efímera, aunque es el ícono de la modernización del fútbol que presentó la ‘naranja mecánica’ y el fútbol total.
Recién en 1986 aparecía otro latinoamericano, esta vez un argentino: Diego Armando Maradona. Y comenzó el gran conflicto regional y mundial: ¿cuál era el mejor de todos los tiempos? Para muchos es Maradona; para otros, Pelé. Un tercer grupo dirá: no se pueden comparar jugadores de tiempos distintos. Además, antes ya hubo la superestrella que pocos mencionan ahora porque tampoco ganó una copa del mundo: el también argentino Alfredo Di Stéfano. Y ahora, muchos dicen que el mejor será por siempre Lionel Messi.
La gran mayoría, salvo los colombianos de época de El Dorado en ese país (1949 y 1953), no ha visto a Di Stéfano. Tampoco se puede decir que se ha visto mucho a Pelé. Los que creen que el brasileño es el mejor es porque confía en lo que le han dicho. Los mundiales, por ejemplo, se veían por cine. Las películas llegaban meses después y no eran partidos enteros. Es como si ahora en YouTube pusiéramos los ‘highlights’ de un jugador y, obviamente, nos quedamos maravillados. Pero se pierde ese elemento que importa mucho en el fútbol: el factor sorpresa. Nada más triste en este mundo que ver un partido en diferido.
Por eso, Pelé logra ese lugar de señoría: porque el 70 ya se lo vio en vivo y en directo. Ya estaban mejor orientadas las cámaras hacia él (aunque también lo fueron en el 58 y 62), y el fútbol comenzaba a ser esa gran mercancía global.
El fútbol es, entonces, algo generacional. Los de 80 años, europeos sobre todo, dicen que el mejor de todos los tiempos fue Di Stéfano; los que tienen entre 60 y 70 años, Pelé; los que tienen de 40 a 56, dirán que es Maradona. Y de ahí en adelante será Lionel Messi.
Pero solamente hay una certeza. El fútbol pierde a uno de los cinco grandes de todos los tiempos. Ya han partido Di Stéfano, Maradona, Cruyff y ahora Pelé. Por suerte, aún nos queda Lionel Messi, todavía vigente en el fútbol. Pero ya hay que ir acostumbrándose a la idea de que su mayor oponente es el tiempo. El futuro dirá si Mbappé es el llamado o si vendrá algún chico que ahora deslumbra en las divisiones juveniles de algún equipo para disputar el trono a los más grandes, de los que hablaremos gracias a la memoria. Por el momento, para usar un lugar común, solo podemos decir: el rey ha muerto, ¡que viva el rey!
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