El pasado miércoles 1 de enero de 2025, se realizó el sepelio de los cuatro menores de edad encontrados sin vida en el sector de Taura, cerca de una base militar en Guayaquil.
Entre ellos estaban Ismael y Josué Arroyo, de 15 y 14 años respectivamente, sobrinos del futbolista Michael Arroyo, conocido por su trayectoria en clubes como Barcelona SC, la Selección de Ecuador y el América de México.
Más noticias:
El dolor de Michael Arroyo en el último adiós
Michael Arroyo despidió a sus sobrinos en una ceremonia marcada por el dolor y la tristeza, acompañando a su hermano Luis, padre de los adolescentes. El funeral se realizó en el cementerio Ángel María Canales, en el suburbio de Guayaquil.
Aunque Arroyo trató de ocultar su sufrimiento tras unas gafas de sol, las imágenes lo mostraron profundamente afectado.
Foto: API.
En un video que circuló en redes sociales, se le observa abrazando a su hermano y a otros familiares, compartiendo un momento de consuelo en medio del luto por la trágica pérdida.
La tragedia: ¿Qué ocurrió con los menores?
Los niños desaparecieron el domingo 8 de diciembre, tras reunirse para jugar un partido de fútbol en el sur de Guayaquil. Alrededor de las 20:30, mientras estaban en una esquina de la calle 25 de Julio, un grupo de 16 militares los interceptó.
Un video presentado por la Asamblea Nacional mostró cómo uno de los menores fue subido al balde de una camioneta y golpeado en dos ocasiones por los uniformados. Según el abogado de los militares, Jesús López, los jóvenes fueron retenidos bajo sospecha de robo, pero luego liberados en la vía a Taura al no encontrar evidencia en su contra.
Horas después, uno de los menores llamó a su madre para contarle que los habían abandonado, golpeado y despojado de su ropa. Los padres alertaron a las autoridades, quienes iniciaron la búsqueda en la zona indicada.
El 24 de diciembre, la Policía encontró los cuerpos de los cuatro menores en un área de difícil acceso en Taura, en Naranjal, provincia del Guayas. Según los informes, los cuerpos mostraban señales de calcinación, lo que dificultó las pruebas forenses necesarias para confirmar sus identidades.
Siete días después, el 31 de diciembre, la Fiscalía confirmó que los restos correspondían a los niños desaparecidos.