Caminar al borde de la quiebra es una cotidianidad propiedad exclusiva del Deportivo Quito. Desde el año pasado cada semana el equipo se encuentra suspendido por deudas y cuando todo apunta a la desaparición del club, aparecen geniecillos para encontrar una fórmula pasajera para gambetear la desgracia.
Los jugadores y el cuerpo técnico no han recibido un dólar desde enero y el viaje a Portoviejo para enfrentar al Colón fue una experiencia que bordeó anécdotas de mendicidad, en la Serie B. A tal punto que el plantel fue impedido de salir del hotel hasta cancelar el valor del hospedaje, mientras que una comida fue pagada por dirigentes del Manta.
El viernes renunció la directiva y la institución está acéfala. Por ello en 10 días el Quito tendrá plazo para arreglar sus irresolubles problemas económicos.
Para volver a jugar, el Deportivo Quito requiere al menos USD 350 000; sin embargo ya vendrán otras demandas de la FIFA que exigirán pagos urgentes y reclamos de otros sectores.
Esas circunstancias fueron el escenario para ahondar la crisis del club. No hay vueltas que darle. La quiebra aparece como la única solución para que finalice esta interminable agonía institucional del Quito. El colapso es evidente como resultado de un manejo informal e irresponsable en los últimos años. Las soluciones han terminado y queda tan solo una alternativa dolorosa.