Si bien la parte estética no es determinante para el buen funcionamiento de un vehículo, sí es importante para su preservación. Por ello, su cuidado es un complemento ideal del mantenimiento mecánico referido en las páginas anteriores.
La constante exposición al sol, la lluvia, el polvo, los cambios de temperatura, etc., causan estragos en la pintura de un auto. Si la suciedad adherida o las manchas que se forman no reciben atención oportuna, pueden volverse permanentes y afectar su apariencia, pudiendo incluso afectar su valor comercial.
La primera medida preventiva es lavar el vehículo con cierta frecuencia para evitar que el polvo forme una capa dura cuya remoción se vuelva difícil. El lavado debe hacerse con productos específicamente formulados para trabajar sobre la pintura automotriz (tanto la solución jabonosa como el aplicador), pues el uso de productos no apropiados podría causar un efecto contrario al deseado.
Cuando ya existen daños de consideración en la pintura e incluso en el metal de la carrocería, como resultado de un choque o roce, el auto requerirá una intervención mayor por parte de un técnico calificado. En los casos de reparación de latas, lo más importante es retirar todo el óxido que se forma sobre el metal descubierto para evitar los efectos de la corrosión.
En cuanto a la aplicación de la pintura, hay dos aspectos fundamentales: la uniformidad del color en la parte intervenida respecto del resto del vehículo, y la utilización de marcas de calidad reconocida en el mercado, pues eso asegura la durabilidad del trabajo.
La oferta del mercado es muy amplia en cuanto a la mano de obra calificada y los productos.