¿Por qué un seguro?

Esta es una pregunta que muchas personas se hacen, luego de cuestionar el valor de una póliza anual para asegurar su vehículo. La respuesta es más ilustrativa cuando viene acompañada de un ejemplo real, como el siguiente.

Durante cuatro años, mi amigo Esteban tuvo contratado un seguro para el auto de segunda mano que compró. Como en ese tiempo nunca le pasó nada, consideró que el pago de la póliza había sido un gasto innecesario, así que decidió no renovarla. Dos meses después dejó el auto estacionado en una calle del norte de Quito mientras asistía a una reunión de amigos. En horas de la noche, un conductor en presunto estado etílico se impactó contra el vehículo antes de darse a la fuga, y le causó daños considerables.

Cuando Esteban conoció que el costo de la reparación bordearía los USD 2 000 y que nadie se haría responsable de los gastos, supo que tomó una mala decisión respecto del seguro, pues si lo hubiera mantenido únicamente le habría tocado pagar los USD 200 correspondientes al deducible.

También comprendió que la inversión no siempre se refleja en algo tangible, sino más bien en la tranquilidad de saberse protegido y respaldado.

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