Luego de su participación en el Rally Dakar 2012, el experimentado motociclista cuencano Wilson Malo reveló a CARBURANDO algunos detalles de su debut en la prueba y las circunstancias que le obligaron a abandonar en la etapa 7.
El equipo de asistencia que se desplazó a Argentina por vía terrestre no tuvo complicaciones durante el viaje. ¿Qué pasó una vez que llegó a Mar del Plata?
Llegamos tres días antes del inicio de la competencia y desde el 29 de diciembre nos dedicamos a alistar la documentación (internación de la moto en el país, contratación del seguro, chequeo de la indumentaria, etc.) y también a pasar las revisiones técnicas tanto de la moto como del vehículo de abasto.
“Cuando me retiré emprendí el viaje de retorno. Fui a competir y no como espectador”.
Ese mismo día nos entregaron el sistema de navegación. Aunque la instalación no debía tomar más de tres horas, considero que debió entregarse antes porque en el proceso dio muchos problemas: se desconectaba, no funcionaba bien, se desconectaban los fusibles, etc. Ese fue el talón de Aquiles de la carrera.
¿Cómo se dio su debut en la competencia?
La competencia para mí inició el 1 de enero a las 05:00. La etapa inicial fue muy larga porque hubo 860 kilómetros de enlace de los cuales apenas 60 fueron de especial, a partir del kilómetro 145. Disfruté mucho la etapa, tratando de ir a un ritmo relajado para acoplarme a la moto y al sistema de navegación.
Cuando se acabó la etapa me di cuenta de que el GPS no funcionaba. Se había quedado trabado en el punto de paso 1, que era la largada. El sistema nunca fue lo que yo esperaba, pero aún así ese día avancé 73 puestos en la clasificación.
¿Cómo recibió la noticia del fallecimiento del motociclista argentino Jorge Martínez en la primera etapa?
Me enteré de su muerte en la noche. Sentí mucha pena porque él largó dos puestos más atrás que yo. En la salida me ayudó con las hojas de ruta, luego nos dimos la mano y nos deseamos suerte.
¿Cómo fue su desempeño en las siguientes etapas?
Puede decirse que en la segunda etapa empezaba verdaderamente el Dakar porque a partir de ahí se ponía a prueba la pericia de los pilotos. Fue muy dura pero la estaba disfrutando mucho. 15 kilómetros antes de la meta se rompió la torre de navegación de mi moto.
Para ese momento yo estaba un poco perturbado porque unos kilómetros antes el piloto número 44, que es el número que utilizo en las competencias nacionales, se había estrellado contra una vaca. El animal murió, la moto se incendió y él estaba en estado de coma. En ese momento debo haber estado entre los 30 primeros clasificados pero paré para amarrar los equipos y con el tiempo que perdí acabé la etapa en el puesto 43. Ese problema fue muy grave porque se estiraron muchos cables, unos se circuitaron y otros se cortaron. Ese fue el principio del fin.
Cuando llegué al campamento, mi equipo arregló el daño y aparentemente el problema se solucionó, pero la antena del GPS empezó a fallar. Eso me causó retrasos en la tercera etapa porque los puntos de paso solo se descargaban en los sitios donde había buena señal. Al final fue un buen día, pese a que tuve que bajar el ritmo por no tener los instrumentos en orden.
La cuarta etapa también fue buena pero corrí sin odómetro. Debió dañarse como consecuencia de los problemas de la etapa 2 y eso hizo que no pudiera cuadrar los kilómetros recorridos con los marcados en la hoja de ruta.
Para la quinta etapa estaban superados todos los problemas y anduve a buen ritmo, hasta que me quedé sin gasolina a 15 km de la llegada porque se había roto una manguera. Estuve parado durante 25 minutos hasta que el peruano Felipe Ríos me dio un poco de combustible y pude avanzar.
No podía creer toda la mala suerte que estaba teniendo, a pesar de lo bien que me había preparado. Era la tercera vez en que los imprevistos me impedían situarme en las posiciones que mis condiciones me permitían y empecé a sentir una gran frustración.
Luego de la suspensión de la sexta etapa, empecé la séptima con mucho entusiasmo e iba recuperando posiciones, hasta que en el kilómetro 145 volvió a romperse la torre de navegación, solo que esta vez sucedió muy lejos de la meta.
Paré, saqué mis herramientas, desarme el sistema y coloqué los equipos donde pude. Después de eso hice 400 kilómetros sin GPS, guiándome por las hojas de ruta.
Nuevamente, a 10 kilómetros de la meta la moto se apagó. Fue un error mío, porque debí colocar un radiador más grande y un ventilador diferente para evitar que la arena se metiera en el motor.
Aunque podía esperar a que alguien me remolcara hasta la meta, en ese momento supe que el Dakar había terminado para mí. No quería tener que empujar la moto, llegar fuera del tiempo reglamentario y que la organización me impusiera una penalización de cinco o seis horas para caer al puesto 120 de la clasificación. Sentí que eso habría sido injusto con mi preparación.
Enviaron al helicóptero para ver qué pasaba conmigo. Les dije que yo me encontraba bien pero que me retiraba, y me llevaron al campamento en el helicóptero. Una vez ahí, tramité mi salida de la competencia y emprendí el viaje de regreso con mucho pesar, porque yo fui a competir en el Dakar y no como espectador.
¿Cuál es el balance que hace de su participación?
Todavía me cuesta aceptar todo lo que me pasó, pero tengo mi conciencia tranquila porque sé que hice lo mejor que pude. Además, he recibido muchas muestras de aliento de la gente.
No obstante, aprendí mucho sobre la competencia y ahora sé lo que es enfrentarse al Dakar y qué armas se necesitan para vencerlo. Estoy dispuesto a volver cuando se presente la posibilidad. No descarto hacerlo en el 2013 si recibo el apoyo de empresas públicas y privadas que crean que el esfuerzo de este año valió la pena.