Nasser Al-Attiyah no solo es el campeón vigente del Rally Dakar en la categoría autos, sino también el piloto más querido por el público.
Un campeón generoso, capaz de regalar viajes a su país. Un insondable idilio une a un deportista de Qatar con Sudamérica. Como ya había sucedido en las ediciones anteriores del Dakar, el Príncipe qatarí volvió a ganarse en el 2012 el cariño y el respeto de la afición
Y no es un amor deportivo: Al-Attiyah atrapa al público con sus actuaciones a bordo de su Hummer, pero principalmente con su carisma. En el enlace previo a la especial de la tercera etapa, que terminó en San Juan (Argentina), se repitieron esas imágenes de cientos de personas idolatrando al automovilista qatarí, campeón en el 2011.
A pocos metros de comenzar el tramo cronometrado, en San Rafael, Al-Attiyah se topó con un grupo de fanáticos que esperaban su paso por la ruta. Detrás de una enorme bandera de su país, los hinchas del Príncipe lograron su objetivo: Al-Attiyah pisó el freno y se bajó para dejarse retratar.
Además de las fotos, los fanáticos se quedaron con el autógrafo y algunos regalos que el piloto de Hummer les obsequió. Uno de ellos se llevó la mejor parte cuando Nasser se quitó los anteojos (gafas) de sol y él mismo se los colocó.
Estas actitudes no son nuevas en Al-Attiyah, quien desde que la carrera se disputa en tierras sudamericanas, en el 2009, siempre mostró la misma simpatía y dejó conforme al público que año a año suma más adeptos. Y en ese sentido, él tiene mucho que ver.
El Dakar también es popular gracias a pilotos carismáticos como el qatarí. “Estoy feliz porque ahora la gente de Argentina y de Chile sabe dónde queda Qatar”, dijo Al-Attiyah antes de la competencia.
Pero la historia que escribió en el 2010 cuando se paró en medio de una etapa en Chile, al ver a un niño junto a su madre con la bandera de su país, será la más recordada.
Aquel día, el qatarí mandó a pedir datos del muchacho porque le llamó la atención. Tras obtener la información, supo que el sueño del chico era conocer Qatar. Inesperadamente, el Príncipe le cumplió el deseo y le pagó el traslado y el alojamiento a Doha, la capital del pequeño estado del Golfo Pérsico.
Fuente: DPA