Cuando los futbolistas del Independiente del Valle se dirigen a jugar sus partidos de local son aplaudidos. Niños, adolescentes y jóvenes de todas las edades baten palmas por los futbolistas profesionales en el trayecto que conduce de la concentración al estadio Banco Guayaquil. Entre el sitio de concentración de los deportistas y el escenario apenas hay unos cinco minutos de distancia. La residencia de los jugadores está en el Centro de Alto Rendimiento del Independiente del Valle, en la parroquia de Amaguaña. Y, junto al lugar, está el estadio, fundado recién en 2021.
Los jugadores van caminando al escenario. En ocasiones, los juveniles les forman una ‘calle de honor’. Les desean suerte y se ilusionan con llegar a ser como ellos, famosos y campeones. En el amplio y remodelado complejo, de ocho hectáreas, viven 125 juveniles, que tienen la ilusión de llegar a ser profesionales. Tal vez igualar a Piero Hincapié, Moisés Caicedo y Gonzalo Plata, que vivieron en la residencia del equipo, salieron al exterior y ahora son figuras de la Selección.
“Los chicos nos hacen sentir orgullosos”, menciona el pivote argentino Cristian Pellerano, de 40 años, y uno de los capitanes y líderes de los rayados. En el complejo, los talentos tienen residencia, vivienda, alimentación, estudios y entrenamientos, en ocasiones en dos turnos. En las canchas del complejo también disputan sus encuentros de local.
El Centro de Alto Rendimiento de los negriazules dispone de seis canchas de césped, incluida la del estadio, y un campo sintético.
Además, se construye otra cancha de gramado artificial, con una certificación Quality FIFA. “Esta nueva cancha nos servirá para la preparación de los juveniles”, expresa el latacungeño Jorge Kaslin, ingeniero agrónomo, jefe de infraestructura del club y administrador del estadio. En el lugar también están las oficinas del club, donde trabajan secretarias, directivos y entrenadores.
También cuenta con las áreas de la residencia de los juveniles, las habitaciones para la concentración de los jugadores de Independiente e Independiente Juniors, e equipo filial. Cada una de estas áreas dispone de gimnasios, camerinos, centro médico y departamentos de psicología. El área del equipo de Primera, además, cuenta con una amplia zona húmeda: hay piscina, hidromasaje, sauna y polar.
También hay tres comedores. El primero es exclusivo para los integrantes del plantel principal. El segundo está destinado para los juveniles y los trabajadores. En el último se alimentan los deportistas del Ind. Juniors y de las Dragonas, el plantel que representa al club rayado en la Superliga femenina.
Un estadio para 12 000 hinchas
Los graderíos del estadio Banco Guayaquil están cercanos a la cancha principal. No hay mallas de protección, algo que permite ver sin complicaciones los cotejos. “Se vive un ambiente familiar en los partidos”, dice Miguel Cruz, personero de Independiente. La construcción de la instalación empezó en septiembre de 2020 y tardó cerca de un año y medio en completarse. La obra costó cerca de USD 15 millones, cuenta Kaslin.
El recinto tiene capacidad para un aforo de 12 000 espectadores. Ahí, juegan de locales los integrantes de Independiente, Independiente Juniors y las Dragonas. Aunque no existen mallas de protección entre los graderíos y la cancha, Kaslin menciona que no han existido desmanes en los encuentros de Primera. En el interior están los camerinos para el visitante y el local.
Este último se inspiró en el vestuario del Manchester City, uno de los equipos más famosos y queridos de la liga inglesa. En el lugar, las bancas de los jugadores están juntas y en forma circular para que el entrenador pueda captar su atención en las charlas. “Mereces lo que sueñas”, está escrito en el vestuario.
120 chicos están en el colegio
El trajín en el aula del colegio ReiventED, que funciona en el complejo, empieza a las 15:00. Los 120 jugadores que viven en la residencia acuden a esa hora para recibir sus clases, hasta aproximadamente las 19:00. Los ‘profes’ llegan desde las 12:00 para planificar. A diferencia de otros colegios, la institución funciona con talleres que estimulan las capacidades de los jugadores.
Por ello, no existen aulas separadas. En el lugar, hay mesas de madera y asientos en forma circular, donde se imparten talleres. Las paredes de color blanco y los amplios ventanales permiten observar el aprendizaje de los jóvenes deportistas. “Aquí, el estudiante está en el centro del proceso y no el currículum”, explica Sebastián Burneo, director del colegio. “La idea es que el proceso responda al estudiante. Queremos que el estudiante aprenda por sí. Por eso, no vemos pizarrones y un profesor que da una cátedra”, añade el educador.