Los murales de Otavalo reflejan la riqueza de la cultura del lugar

Juan Terreros en su mural de una mujer indígena otavaleña muestra la sabiduría de un adulto mayor.

El retrato de una niña indígena con alas de hada, que tiene entre sus manos una esfera blanca que simboliza una luna en miniatura, decora uno de los muros de la calle Quito, en Otavalo (Imbabura).
La obra representa a Wawa Killa (Niña de Luna, en español), explica Pedro Nicolalde, el autor de ese diseño urbano.
Como ese hay una treintena de murales más que adornan varios rincones del Valle del Amanecer, que han sido pintados en varias etapas.
Los más recientes fueron plasmados durante el festival denominado Otavalo Raymi, que se efectuó el mes pasado.
Ahí, Nicolalde inspiró su mural en una leyenda kichwa que relata que la luna es hija de la Pachamama (Madre Tierra).
Con estas pinturas, que están inspiradas en la cultura indígena local, quieren aportar a un cambio estético en la urbe, comenta Juan Terreros, otro artista plástico que participa de esta iniciativa.
El pintor, que firma sus obras con el seudónimo de Topas, destacó a una anciana. Para los indígenas locales, los adultos mayores son considerados sabios. En esta composición también muestra lo que denomina polaridad de la noche y el día.
La mayoría de murales se hicieron en el marco de la última celebración del Yamor, una fiesta que sincretiza las tradiciones indígenas y mestizas.
La idea surgió de los vecinos de Los Portales, un tradicional barrio ubicado en el centro de la urbe que colinda con el antiguo mercado 24 de Mayo, que fue derrocado.
Obras de 22 artistas que participaron en el primer Encuentro de Muralismo sobre Panel se exhiben en paredes y pórticos de las casonas vecinas, que forman parte del patrimonio arquitectónico otavaleño.
Varias creaciones quedaron plasmadas en planchas de fibrocemento, de 1,20 metros por 2,40, y otras en muros. Los creativos utilizan básicamente pintura acrílica y aerosoles.
Un factor común de esta propuesta artística es que todos los trabajos tienen como protagonista a la mazorca de maíz y a la chicha del Yamor, que es considerada una bebida especial y sagrada, según la cosmovisión indígena.
Uno de los murales que resalta en la ciudad, ubicado en la calle Salinas, es la representación de una campesina que va rumbo al mercado.
En la espalda lleva atados un cerdo y un gallo, mientras sus manos sostienen una vasija con una bebida humeante. Esta composición estuvo a cargo de Álvaro Córdova, un diestro artista indígena que firma con el seudónimo T-naz.
En otro espacio relevante, Terreros y Nicolalde reprodujeron los rostros de reconocidos personajes que representan a los pendoneros, durante las fiestas locales.
Los amantes de los murales encontraron en Otavalo uno de sus mejores lienzos. Desde hace un lustro, la ciudad comenzó a llenarse de colores de contenido étnico y social.
Eran esfuerzos aislados. Sin embargo, en este último año varios colectivos y artistas independientes acordaron trabajar juntos para embellecer espacios que estaban descuidados. Así explica Nicolalde.
Pero la tarea aún no ha terminado. Hay varios espacios que están en lista.
Sin embargo, uno de los principales retos es conseguir auspiciantes que les abastezcan de pinturas, aerosoles y brochas. También que contribuyan con transporte y andamios.