Así como lo leen. Luego de un año y medio finalmente entré en el mundo de los vegetarianos serios, de esos que predican con el ejemplo en el lugar en el que se encuentren y frente a quien sea. En ese punto ya te diviertes con las bromas pesadas de tus amigos y hasta de tus familiares. Cuando recién te inicias, te sacan de quicio. Los entiendo perfectamente. ¡Ustedes solo respiren!
Actualmente, hay una serie de categorías pensadas para acoger a todas las personas y que nadie se quede en el limbo. Para los que comen carne de res esporádicamente está el flexitarianismo. Para los que no toleran ningún producto derivado de animales está el veganismo. Para las personas que, además de excluir la carne y el pescado, excluyen los lácteos, está el ovovegetarianismo.
En diciembre del 2019, yo -por ejemplo- me declaré pescetariana. Significa que por 18 meses el pescado fue mi principal fuente de proteína: el atún, la trucha y el salmón estaban entre mis favoritos. Este último, sazonado con sal, miel y mostaza, queda estupendo. ¡Tienen que probarlo!
Tras dejar de consumir carne de res, embutidos y más soporté muchas bromas de mal gusto. Gracias a la fuerza de voluntad las toreé con éxito y ahora puedo decir que estoy lista para dar el gran salto. Soy amante del encebollado y, aunque suene loco, ese platillo me retuvo en el mundo del pescetarianismo.
Me alegra mucho haberme regalado ese gustito -a veces a semana seguida- durante todo este tiempo. Caso contrario estoy convencida de que no habría transformación. Creo firmemente que, como todo en la vida, es necesario cumplir con un proceso para llegar con éxito a la meta.
Cuando decidí excluir los embutidos -por ejemplo- mi objetivo fue siempre convertirme en vegetariana. Pero fui por partes y muy convencida: primero dejé esos productos, luego la carne de res y finalmente la carne de aves de corral.
Como el cambio fue paulatino disfruté de todo el proceso; no sufrí. Ahora me pueden poner una guatita -plato típico ecuatoriano- que no pasa absolutamente nada. La veo y ya. Pero saben algo más, puedo sentarme junto a alguien que la disfrute, es decir con un 100% carnívoro. Después de sufrir bullying por modificar mi plan de alimentación aprendí a ser más tolerante y a respetar al resto. ¿Te gustan los asados? Súper. ¿Te gusta la alimentación basada en plantas? También está bien.
Eso solo lo aprendes con el proceso. Con el cambio paulatino también evitas ‘recaer’. ¿Por qué lo hice? Solo quise priorizar el consumo de alimentos más naturales. ¿Cómo me siento? Mucho más liviana y llena de energía.
Otra cosa: sí, mantengo mi peso ideal, el mismo que cuando era omnívora. Así que, si están pensando en sumarse a este estilo de vida, adelante. Tengan la certeza que con una dieta guiada por una experta obtendrán todos los nutrientes que su cuerpo requiere para funcionar adecuadamente. Les adelanto, las personas vegetarianas no solo viven de pan, pizza o fideos.
¿Cómo avanzan en este proceso?
Los leo en pgavilanes@elcomercio.com