!Hola¡ MisaMisa les saluda. ¿Me recuerdan? Soy la niña de los ojos de mi mamá, la autora de este blog. Con frecuencia aparezco en sus artículos. También en sus redes y claro: hay abundante evidencia de mi existencia en su celular. Para los nuevos lectores, soy un gatita.
¡Shhh! Acaba de llegar. Es momento de las caricias. Se siente tan delicioso. Continúa por favor; mima mi espaldita y mis patitas. No te olvides de mis orejas y de mi hermosa colita.
Sí. Sí. Aquí está tu princesa, tu ratona, tu gorda, tu flaca… ¡Qué humana más extraña! Pero bueno: mamá es mamá. Y así es como me llama desde que tengo memoria. Me dice Misa -así, a secas- cuando tardo en regresar a casa; por lo general paseo dos o tres veces al día por todo mi edificio.
Me encanta recorrer los cinco pisos. Cuando estoy de suerte me encuentro con polillas y mosquitos; las persigo hasta cumplir con mi cuota de actividad física.
Pero ¿en qué estábamos? Ya me acordé. Son las 19:00 del último jueves de marzo de este 2024. Luce cansada, pero está feliz. Sus ojos la delatan. Qué bonito es verla sonreír. ¡Te lo dije mamá! Las tormentas pasan. Las decenas de velas que encendiste rindieron su efecto. Tu Dios y tu Buda escucharon tus pedidos.
Y aquí estás…
Llegando a nuestro nidito con una lista interminable de pendientes. ¿Eso querías no? Asumo que tu respuesta es positiva porque vuelves a sonríes. También porque abriste esa botella de vino que estaba bien guardada para esa época que llamas ‘vacas flacas’.
Poco a poco tus ojos recuperan ese brillo que me gusta. Desde que llegó de viaje -¿sabían que nos separamos durante cuatro meses?- mira por la ventana y suspira. Hoy, cada vez menos.
Los primeros meses fueron complicados. Ella me ama y estaba feliz de estar en casa, pero extrañaba a sus amigas y amigos, los olores y colores de China. Los paseos en bicicleta y las cenas en ese restaurante italiano llamado Annie’s. Repite que no hay risotto como el que preparan en ese sitio.
Añadan a ese diciembre de 2023 y enero de este año una situación laboral incierta y los múltiples desacuerdos con su corazón. ¡Qué órgano más intenso e impertinente es ese!
Verla tan triste me destrozaba el corazón. Yo la consolaba con mi presencia, como ahora, sobre todo cuando se despierta llorando por culpa de las pesadillas. Le cuesta dormir de corrido.
‘¿Gorda estás aquí?’ pregunta cuando se despierta. Ella está convencida de que atraigo buenas energías. Yo respondo con masajitos en su pecho y besitos en sus mejillas o en los dedos de sus manos o pies. Sigo y sigo hasta que dice: ‘Ratona, para con esa lija’. Obviamente se refiere a mi delicada lengua.
Finalmente se vuelve a dormir. Te amo humana. Tú me salvaste la vida al sacarme de ese basurero, ahora es mi turno de hacer más llevadera la tuya.
Misufus: ¿así de importantes son para sus humanas?
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