¡Me asfixio! ¡Vamos a la montaña!

Tras la llegada del covid-19, decenas de personas se refugian en la naturaleza para hacer ejercicio y recargar energías. Foto: Pexels
Yo sé que la pandemia provocada por el nuevo coronavirus sigue, pero resulta que respirar el mismo aire ya asfixia. Hay días en los que me apago y otros, en los que me gana la ansiedad. Por suerte son muy pocos.
Para evitarlos, precisamente, me animé el pasado domingo -6 de agosto del 2020- a caminar por un sendero lleno de árboles, de agua y de aves, envuelto de pura vida. Justo lo que me hacía falta, pues desde mediados de marzo me abrazan únicamente un par de paredes.
Aún le temo al covid-19 y por eso he optado por sumar pasos dentro de casa. Salí de la trinchera en compañía de mis seres queridos y ya en el camino me encontré con mis amigos. ¡Qué alegría verlos! Cuento los días para abalanzarme sobre ellos, pero por ahora todos nos conformamos con un guiño de ojos.
Con el corazón llenito de alegría, pero respetando el famoso distanciamiento y portando la respectiva mascarilla, caminamos por cerca de dos horas. Mientras desoxidábamos las articulaciones tomábamos fotos de todo: de los puentes, de los árboles, de las gigantescas piedras que parecían suspenderse en el aire y que también estaban en el suelo. No hay duda de que la llegada del covid-19 definitivamente nos hizo valorar la naturaleza y su poder para liberarnos de eso tan pesado que a veces se llama estrés.
También respirábamos profundo. No sabíamos cuándo será la próxima salida, así que era justo y necesario purificar al máximo nuestros pulmones. También fue necesario meter los pies desnudos dentro del agua helada que caída de una majestuosa cascada.
Mi amiga dijo que el líquido se llevaba las malas energías si el chapuzón iba acompañado de un grito fuerte. Así lo hice y el resultado fue reconfortante.
Desde ese día me siento ligera y con más energía, pero sobre todo con mucha paz. No tengo idea de si lo que me dijo mi amiga es cierto o no. Lo que sí sé es que es necesario ese reencuentro con la naturaleza para descargar toda esa presión acumulada por diferentes razones. ¿No me creen? Los invito a visitar uno de esos lugares mágicos, pero bien apartados, para renovar energías y reforzar nuestro sistema inmunológico, que ahora más que nunca necesita estar en perfecto estado.
Para los que se preguntan a dónde fui, la cascada se llama Cóndor Machay, que en quichua significa ‘Nido del Cóndor’. Con mis amigos nos encontramos tempranito en el Valle de Los Chillos y luego pusimos Waze.
¿Qué otros lugares mágicos me sugieren? Yo les recomiendo visitar el Fuya Fuya. Son contadas las personas que van y, si madrugan, seguramente serán los únicos.
Los leo en pgavilanes@elcomercio.com