En la sociedad contemporánea han ‘estallado’ fenómenos inéditos, a la luz de nuevos paradigmas o modelos, que poco a poco se instalan en la moda, en la música, en la cultura y en la vida cotidiana, en general. ¿Una nueva generación en camino?
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El mundo está globalizado. Eso nadie lo discute. Para bien o para mal todos estamos conectados, gracias a la maravilla de las tecnologías, por un lado, y a un sistema de pensamiento centrado en el mercado, nuevo dios de la aldea global, por otro. Bien se ha dicho que esta aldea planetaria, preconizada por Marshall McLuhan, ya no es una utopía: vivimos en un mundo empequeñecido donde todos nos pertenecemos.
En ese contexto, la humanidad esclava como es del progreso, no deja de tener en los adolescentes y jóvenes no solo la esperanza, sino los nuevos referentes de un mundo en permanente cambio. Los acontecimientos vividos en la primera década del siglo así lo determinan.
• Signos de los tiempos
Pero, ¿qué está pasando? Ya no hay necesidad de ser expertos o visionarios para identificar algunos signos de los tiempos.
En esta etapa se percibe, en primer lugar, el advenimiento de una nueva era de la vida humana –la audiovisual- es el eje del futuro. La sociedad audiovisual –de la mano de las tecnologías- está cambiando todo: las relaciones en los hogares, los procesos de aprendizaje en las escuelas, el tiempo libre, el trabajo, las transacciones, los rituales sociales, las creencias. La imagen está ganando terreno a la razón, y las repercusiones ya son manifiestos en la utilización de las denominadas cuatro pantallas: la televisión, la computadora, el celular y el video juego.
Este cambio no solo es de aparatos, sino de valores, comportamientos y actitudes, de manera especial de los niños y jóvenes, que son los preferidos de este mercadeo gigantesco que manipula sutilmente los pensamientos, sentimientos, acciones y… aún nuestras decisiones.
Los adolescentes, en efecto, son hijos del audio, de la imagen y de todos los programas –software- juntos, que forman la parafernalia del show o espectáculo en el que se ha convertido el mundo. La modernidad –según varios autores- ha comenzado a ‘licuarse’ y comienza a aparecer un no-sistema –la posmodernidad- que no acepta los valores tradicionales por caducos, y postula la libertad como meta y el anarquismo como camino. En esa perspectiva toda creencia es historia; por lo tanto, hay que conquistar el futuro sobre los despojos de una sociedad centrada en producir y consumir; en vivir ‘light’, y buscar lo más rápido, lo más fácil y lo más rentable.
Los padres se quejan que los jóvenes ya no respetan; que hacen lo que quieren, y en ese afán de descubrir –a veces alocado e irreverente- tienen caídas lamentables.
Otro fenómeno recurrente es la contaminación no solo en el ambiente -el agua, el aire y, en general, en la naturaleza- sino de la gigantesca crisis moral que afronta la economía, la política y la propia religión, inclusive. Vivimos la caída de referentes.
• ‘Bonsay humanos’
Un psicólogo –el doctor Jorge Zalles- decía que la sociedad moderna está formando ‘bonsay humanos’; es decir, personas que se expresan e intentan vivir con cuerpos de hombres y mujeres, pero como enanos psicológicos. En otras palabras: gente preparada para todo, inmadura e incapaz para gobernar a los demás y sobre todo para gobernarse a sí mismo.
Cierta o falsa esta teoría conmueve a la familia, que se desintegra día a día, donde los divorcios abundan y aumentan las situaciones irregulares. Y la descomposición de la familia es un reflejo de toda la sociedad, porque constituye una caja de resonancia. La complejidad que vive la sociedad, según Edgar Morin, no es sino la incertidumbre como característica esencial de una sociedad vertiginosa, conectada y al mismo tiempo solitaria.
La caída de referentes y de valores absolutos impregna una sensación de agotamiento del modelo. Frente a esta situación no hay recetas. Es necesario pensar que este cambio sea para bien, y que el fulgor de la juventud –la conciencia del mundo- lleve a la humanidad a nuevos escenarios donde prevalezca la paz, la unidad, la solidaridad y no la violencia.