Se trata de un tema polémico, no exclusivo de los científicos. Es importante que los ciudadanos tomemos una posición sobre los avances de las tecnociencias, especialmente de la biotecnología que están cambiando los escenarios de la vida. ¿Es que la ciencia es posible sin ética?
Uno de los temas más interesantes de la ciencia actual es la genética. Hay que advertir que desde los albores de la humanidad se ha intentado descifrar los orígenes de la vida. Y nacieron muchas tendencias y teorías, entre las que se cuentan el creacionismo, es decir, la intervención de Dios en los procesos vitales, y el evolucionismo, de carácter materialista, que comenzó con Charles Darwin y aún antes.
• Creacionismo y evolucionismo
El creacionismo tuvo en Teilhard de Chardin, jesuita y antropólogo francés, uno de los más altos exponentes. Su obra ‘El fenómeno humano’, en el siglo XX, trazó una línea de convergencia entre la teoría de la evolución y la existencia de Dios. Según Chardin hubo tres ‘momentos’ o intervenciones de Dios, claves en la evolución: la geósfera, a partir del famoso ‘bing-bang’, que permitió el desarrollo de la materia; la biósfera, cuando apareció la vida sobre la materia evolucionada; y la noósfera, o el pensamiento en el primate más evolucionado, que dio origen al hombres u homo sapiens, tal como lo conocemos. De ahí en adelante –siempre según Chardin- arrancó un proceso que él denominó ‘amorización’, que se concreta en el encuentro o reencuentro entre el ser humano y la divinidad.
Con la influencia de Charles Darwin, en ‘El origen de las especies’, nació la teoría evolucionista, que marcó un referente que, con algunas variantes todavía subsiste, tanto, que la evolución significa un paradigma reconocido por la comunidad científica. Darwin y sus seguidores no solo desconocen la ‘presencia’ de Dios, sino fijaron principios básicos que, sumariamente, se expresan en la selección natural, la lucha por la vida y la supervivencia de los más aptos, tanto en los mundos vegetal, animal como en el humano. Con razón Ralf Linton resumió esta teoría evolucionista en los siguientes términos: ‘Los seres humanos no somos ángeles caídos sino antropoides erguidos’.
• La nueva ciencia
Si bien esta discusión subsiste, la revolución científica no ha esperado resultados de este debate para emprender más investigaciones. Uno de ellos –el más importante- es el proyecto Genoma Humano, que plantea la identificación de un mapa cromosómico y genético, a fin de encontrar posibilidades de mejoramiento de la vida humana, y con el concurso de la Biotecnología, prolongar la vida natural de las personas, eliminar algunas enfermedades catastróficas, crear órganos en laboratorios, y en casos clonar la vida.
Todos sabemos que la manipulación genética de plantas y animales se ha practicado en muchos países por mucho tiempo. Gracias a estas intervenciones intencionadas se han mejorado semillas y especies y ha aumentado la producción de alimentos. En el caso de animales también es notorio, en variedad de especies, e incluso clonaciones, como la de la oveja ‘Dolly’, que en su momento causó admiración y espanto.
¿Gen-ética es posible?
No es un problema de semántica o de semiótica. La genética tiene dos elementos sustanciales:
1) el estudio de los genes y
2) la ética.
El mapa de los genes humanos está prácticamente elaborado, y se sigue profundizando a través de investigaciones.
¿Existe un mapa ético?, es la pregunta. Que se sepa, no existe un referente ético al que deban someterse los científicos. ¿O es que no es necesario un mapa ético para la ciencia? La polémica está abierta.
Hay dos posiciones: de los que asumen que la ciencia no puede tener limitaciones de ninguna clase; tampoco referentes éticos, porque limitarían el progreso científico. La otra plantea que la ciencia tiene una direccionalidad: la defensa de la vida, la salud y, en general, los valores humanos. Cualquier manipulación genética es permisible –dicen-, en tanto y cuanto respete la dignidad de las personas y sus órganos.
Se conoce, por ejemplo, que el Comité Olímpico Internacional (COI) está preocupado porque el próximo escenario de los atletas será la ingeniería genética aplicada a sus órganos, para obtener ventajas competitivas. ¿Es ético que suceda? Y así en otros espacios como la terapéutica, la utilización de células madre para regenerar órganos dañados, que están en boga.
La humanidad progresa a pasos agigantados. Que sea la ética y no el mercado, la que fije los horizontes de la ciencia, parecería ser uno de los ejes de una propuesta. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Qué elementos debería tener un mapa ético? ¿Quién o quienes elaborarían? ¿O es que el progreso de la ciencia es definitivamente irrefrenable, aún a costa de que se produzcan en el laboratorio seres –superhombres- con resultados catastróficos? ¿Vamos hacia una gen-ética?