comentarista,
@guapodelabarra
Contratar a Jordi Cruyff ha dejado pasmado a más de uno. La intención de la actual directiva de la Ecuafútbol siempre fue contratar un europeo, alguien que siente las bases de la modernidad y que lidere un cambio estructural en las selecciones.
Cruyff cumple con la parte de ser europeo, de ser un estudioso (lo cual compensará rápidamente su desconocimiento del medio) y de haberse desempeñado en puestos de gerencia y de entrenador, lo cual le da una panorámica de su labor. El gran reparo está en que no ha ganado títulos importantes, además de que nunca ha dirigido en América Latina, tierra del realismo mágico, la inestabilidad y la novelería. Sí, tiene su encanto vivir acá.
El problema, en realidad, no está en si Cruyff tiene la capacidad de dirigir a la Tricolor. El lío es al revés: ¿el Ecuador está a la altura de un nuevo experimento de vanguardia? ¿Este país de los clubes endeudados hasta los calcetines, de los dirigentes que no prestan jugadores para los preolímpicos, de las canchas devastadas, de la escasa disciplina para cumplir un programa a largo plazo, de la falta de dinero para que la Serie A cuente con el VAR, del constante discurso regionalista y de la estrechez de miras permitirá trabajar a Cruyff y su equipo?
Jordi Cruyff. Foto: Cruyff Institute
Traerlo a este país es una carta valiente, pero puede representar un suicidio para la misma dirigencia, que ha perdido todo el 2019 en la absurda pelea del piso 17 y en conseguir un entrenador. A corto plazo, se verá si la afición está dispuesta a tenerle paciencia a Cruyff. Es obvio que carece del tiempo para preparar con corrección los primeros cotejos de eliminatorias, pero también es verdad que el hincha quiere puntos, no teorías ni proyecciones para el Mundial que será en ocho años.