El desempeño de Ecuador en la Copa América 2021 tiene a los hinchas furiosos. Pero, más allá de los memes, las furias y los exabruptos, hay que reflexionar seriamente sobre este proceso.
Aquí están cuatro reflexiones urgentes sobre el ciclo de Gustavo Alfaro:
- La Copa América ha sido, es y será un laboratorio
Ecuador siempre ha jugado la Copa para probar ideas, jugadores y esquemas, y con eso intentar llegar lo más lejos posible. No se ha jugado para ganar el título, aunque muchos lo pidan. La excepción fue en 1994, cuando Ecuador fue anfitrión y entonces sí hubo la presión autoimpuesta de llegar al menos al podio. La pésima Copa América del 2011 sirvió a Reinaldo Rueda, por ejemplo, para jubilar de la Tricolor a un puñado de futbolistas que ya no podían estar en la élite. En este año, aunque Alfaro ha sido optimista en su discurso en cuanto a los resultados, de todos modos ha utilizado esta competición como el laboratorio que siempre ha sido. Si en el futuro sigue llamando a Cristhian Noboa, un león de mil batallas y mil patacones que lamentablemente está en el ocaso, o a Leonardo Campana, que no se consolida como artillero en ningún lado, caerá en la terquedad. Hasta que la evidencia pruebe lo contrario, Alfaro ha experimentado y sigue buscando al equipo que ponga a Ecuador en el Mundial.
- Se acaba el crédito de Alfaro
El gran problema parece ser que Ecuador muestra caras diferentes partido a partido. Al entrenador le fascina preparar esquemas muy personalizados para cada rival, pero es hora de que defina un estilo, una identidad. Esto, unido a que Alfaro ha persistido en convocar a valores que no están consolidados en sus clubes, le ha golpeado muy fuerte, tanto en los puntos pero sobre todo en el discurso. Es verdad que varias selecciones nacionales tienen jugadores que penan en sus clubes pero que se transforman en cracks con la camiseta del país. También pasa lo opuesto: estrellas de clubes que no logran triunfar en la selección. Pero es urgente hallar un equilibrio en la plantilla. Si la Copa fue un laboratorio para hallar esa identidad, Alfaro ha tenido los cotejos suficientes para pasar a la praxis en las eliminatorias.
- ¿Se jugó tan mal?
Los resultados son la gran verdad del fútbol, un deporte en que se puede ganar incluso jugando mal. Yo creo que la Tricolor ha mostrado un mayor desempeño en relación a los dos últimos compromisos de eliminatorias con Brasil y Perú. En esos partidos, Ecuador mereció perder, sin duda. En la Copa, quizás no. Por volumen y posesión, el equipo de Alfaro siempre fue más. Pero esto no es de merecimientos sino también de detalles, de inteligencia, de rapidez y de práctica. Con jugadores más maduros, es probable que muchas de las desatenciones defensivas no habrían ocurrido. Y, pese a que la eliminación (vergonzosa, pues pasan cuatro de cinco) está casi cantada, hay otros aspectos positivos, como la aparición de Piero Hincapié, la consolidación de la cuota goleadora de Ayrton Preciado y la constatación de que Plata vale oro. Si todo esto sirve para enderezar el rumbo en las eliminatorias, la desazón estará justificada.
- ¿Somos malos para el fútbol?
El las redes se está posesionando la idea de que los ecuatorianos no son buenos para el fútbol y que mejor lo dejen y practiquen, no sé, pesca submarina o dominó. Pero Ecuador, en realidad, ha vivido un inédito auge futbolero en estos cinco años en los cuales se pudo ganar el Sudamericano Sub 20, quedar tercero en el Mundial Sub 20, imponerse en la Copa Libertadores juvenil, conquistar la Sudamericana de clubes con muchos guambras y además, transferir jugadores como nunca antes. Es un gran momento. Lo que pasa es que Alfaro tiene la presión de que la generación de Célico sea automáticamente (incluso, mágicamente) la que herede la Tricolor de mayores. Y eso es imposible. Lo que hay que procurar es que los juveniles lleguen a clubes más exigentes que los de la MLS o Bulgaria. Pero, sobre todo, consolidar un equipo. Ojalá Alfaro, pero sobre todo la dirigencia, estén en esa línea.
Los leo en: alejo@elcomercio.com o @guapodelabarra