Las palabras de dos secretarios de Estado en TV sembraron temor sobre el impacto del covid-19 en Ecuador. “El 60% de la población ecuatoriana va a tener el virus alrededor del día número 120, desde el 29 de febrero”, ha aseverado el titular de Salud.
Dato de contexto: Ecuador tiene 17,5 millones de habitantes (INEC); 60% equivale a 10,5 millones de personas.
“Nosotros presumimos que en Guayas más de 6 700 personas hasta el 15 de abril habrían muerto por coronavirus sin poder haber hecho las pruebas”, ha dicho el Secretario de Gabinete de Carondelet, en CNN.
Grave. ¿La provincia de Guayas habría alcanzado las 670 000 personas posiblemente infectadas con covid-19 a mediados de abril? El Ministro de Salud ha dicho que la mortalidad es de “alrededor del 1%” de personas contagiadas. 6 700 es el 1% de 670 000.
Esas declaraciones, con razón, solo podían encender semáforos. Las Alcaldías no darán paso el 4 de mayo del 2020 a la ‘nueva normalidad’ del Gobierno para reactivar el sector productivo -en casos, al borde de la quiebra- y menos lo harán si se ocultan los datos por provincia de contagios confirmados con pruebas rápidas, como ha ocurrido esta semana. De igual modo, el dato de 6 700 muertes por posible covid-19 en Guayas no está en el mapa diario.
Por cierto, la OMS ha cifrado en 6% la letalidad del virus (6 700 -cifra del Secretario de Gabinete- es el 6% de 111 660 personas -posibles contagiados en Guayas-).
Y en el dato del 60% de infectados hay un matiz para no desestimar: Roy Anderson, epidemiólogo del Imperial College de Londres, lo planteó como escenario de contagio de toda la población a escala mundial, pero solo si no se aplican cuarentenas; es decir, es el peor de los casos.
¿El peor de los casos? Señores, el manejo de los indicadores (no números colgados en plataformas, como los de muertos pero sin causas) sobre una problemática social, más aún en una pandemia, es esencial para la toma de decisiones y para la definición de políticas públicas. Sin cuentas claras, nadie apagará semáforos rojos ni cargará con el peso de más vidas perdidas.