En los patios del Colegio Militar Eloy Alfaro de Quito moredeaba un silencio de posguerra. Sobre las jardineras caminaban 630 militares exhaustos, con rostros de shock, el camuflaje de tres días, las manos en su armamento. La escuela, un centro educativo de niños y adolescentes civiles, fue desde el mediodía del jueves 30 de septiembre del 2010 la base del Ejército para el rescate del entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, luego de que desafiara a policías insubordinados a que lo mataran en el Regimiento Quito y terminara cercado en un hospital.
1. En el colegio, tres días después, los soldados revelaron quién dio la orden de la incursión militar: la Presidencia de la República. Un general la recibió y se delegó la ejecución a un coronel. A las 20:30 del 30 de septiembre, 200 boinas rojas (del grupo GIK-9 y del GFE-25) se desplazaron con fusiles M16 de 5,56 milímetros (entre ellos, el soldado Jacinto Cortez, quien recibió una bala letal) para abrir el paso de 36 militares de élite GEO.
2. El Grupo Especial de Operaciones Ecuador (GEO del Ejército) incursionó en el interior del sanatorio con subametralladoras HK de 9 milímetros. 35 GEO (el comandante fue disparado por policías en la puerta del hospital y evacuado) garantizaron la salida de Correa hasta un vehículo que lo llevó en medio de una balacera por la av. Mariana de Jesús. En la salida, Froilán Jiménez, que custodiaba al Presidente, recibió una bala de 5,56. Su muerte se vio por televisión.
3. Cuatrocientos militares de la brigada 13-BI; de los batallones AgruCom y BE-69; de la escuela ESE, y de la Primera División conformaron otro anillo con equipo antimotines.
4. Los militares se retiraron con la evacuación de Correa. La madrugada siguiente, aseo del Municipio de Quito (por cierto, ¿por qué ni la Policía Judicial ni Criminalística ni la Fiscalía aseguraron ese escenario con cintas de seguridad?) limpió la avenida y con ello se perdió en la basura evidencia de esa escena de crimen y violencia con agentes estatales.
Ocho años después, sin cacería de brujas ni publicistas (con justicia para tratar la insubordinación), es tiempo de la verdad del 30-S. Los caídos ese día, el país, lo merecen.