Marina Ortega: 'A mis 60 años tuve que aprender a usar una computadora para hacer ventas en línea'

Marina Ortega, de Quevedo, realiza ventas por catálogo de productos de limpieza. Se capacitó y ahora concreta negocios en línea. Foto: Cortesía

"Por favor, ténganme paciencia que ya se están proyectando las diapositivas”, es una de las frases que más ha usado Marina Ortega en sus reuniones por videoconferencia desde que se inició la pandemia.
Ella es vendedora por catálogo de una marca de artículos de limpieza para el hogar en Quevedo, y este último año cambió el cuaderno de pedidos que tenía por la pantalla de un computador.
Marina es vendedora multinivel desde 1996, antes de la pandemia acostumbraba a salir todos los días, desde las 08:00 hasta las 16:00, en busca de clientes. Se movilizaba en bus. Con catálogo, cuaderno y muestras en mano iba de puerta en puerta ofreciendo sus productos. En el cuaderno anotaba los pedidos, que separaba por mes, doblando la esquina de las hojas.
Cuando se dio la emergencia sanitaria en el país, en marzo del año pasado, Marina sintió temor. “Veía en las noticias a los médicos que luchaban contra el terrible virus covid-19, veía que recomendaban el teletrabajo y yo solo pensaba en lo que se me venía”.
Ella tiene 60 años; hasta ese momento no sabía encender un computador ni abrir los programas. “Yo me quedaba mirando mi revista con mis productos y mi cuaderno de pedidos y me daban ganas de llorar. Yo solo quería hacer las cosas como siempre”.
La pequeña comerciante mantiene económicamente su hogar, pues su esposo y su hija no han podido hallar trabajo desde abril del 2020.
A finales de marzo, la empresa que le provee los productos empezó con las capacitaciones virtuales para el uso de herramientas como Zoom, Word y Excel. “Me daba vergüenza decir en las charlas que no podía conectarme, porque no hallaba ni el botón para prender la computadora y peor que no sabía prender la cámara”.
Su teléfono celular, aunque era inteligente, solo lo utilizaba para hacer llamadas. Ella tampoco había usado WhastApp ni redes sociales.
Para encender la computadora y asistir a las capacitaciones, ella llamaba a su hija para que le indicara cómo hacerlo.
“En los talleres me desesperaba un poco, porque me decían: ‘Marina, Marina aplaste el botón con la camarita para encenderla’ o ‘bájele el volumen en ese botoncito’, y yo no sabía cómo hacer nada”.
Poco a poco empezó a manejar los programas, aunque no a la perfección. A veces hablaba por varios minutos y luego alguien la llamaba por teléfono a decirle que tenía el micrófono apagado.
La primera reunión por Zoom que dirigió sola fue a finales de abril del 2020. Allí conversó con un grupo de 15 asesoras. Antes de la pandemia, estos encuentros se realizaban en pequeños salones y allí se trazaban las metas de comercialización para el mes.
“Las ventas por catálogo son de cercanía con la gente, de permitir tocar y oler los productos. Ahora, eso no se puede hacer, pero he ideado la forma de mantener a los clientes”.
Según la Asociación Ecuatoriana de Venta Directa, unas 500 000 personas desempeñaban esta actividad al 8 de abril pasado, un 35% más que en igual mes del 2020.
María Fernanda León, directora del gremio, dijo que el aumento se dio porque más jóvenes optaron por la venta directa como fuente principal de ingreso, debido al desempleo.
Al igual que las empresas de limpieza, las de comercialización de cosméticos y ropa también capacitaron a sus socios en venta, marketing y herramientas tecnológicas. León asegura que el acompañamiento fue inmediato luego de la declaratoria de emergencia.
Marina cambió los largos recorridos por llamadas telefónicas o de video. A sus clientes les describe los olores, las texturas y les hace comparaciones para que tengan una experiencia más cercana.
Y, si queda alguna duda, ella envía las especificaciones por WhatsApp. “A mis 60 años entendí que, aunque no estudié la universidad, nunca es tarde para aprender algo nuevo”.
Con la crisis sanitaria la demanda de artículos de limpieza subió y cada mes logra colocar USD 1 600 en productos.
Marina cobra y realiza transferencias bancarias. Antes, recurría a una empresa de envíos de dinero. Aprendió a usar redes sociales para publicar promociones e incluso sabe hacer videos. “Antes yo despejaba dudas puerta a puerta, ahora lo hago chat por chat”.