Andrés Jaramillo. Reportero
El 30 de diciembre de 2008, el piso de Chimbacalle volvió a temblar. La emblemática locomotora, inaugurada por el general Eloy Alfaro un siglo atrás, apareció en la estación como un viejo dragón, arrojando bocanadas de humo gris a su paso.
Su principal pasajero era el presidente Rafael Correa, quien anunciaba con bombos y platillos la rehabilitación del tramo Quito- Latacunga. Durante la ceremonia, dijo que “el tren más difícil del mundo, hoy se convertía en el más hermoso del mundo”.
Se lo vio emocionado. El Mandatario felicitó el “trabajo y la tenacidad” de los ministerios que tuvieron a cargo la obra: los de Turismo, Obras Públicas, Patrimonio y la Empresa de Ferrocarriles (EFE).
“La rehabilitación de este tramo es el primer paso de esta gran obra de reconstruir el ferrocarril. El tramo que vamos a recorrer está recuperado en un 95%. Son cerca de 100 km habilitados y 12 estaciones restauradas”, expresó lleno de júbilo Jorge Carrera, titular de la EFE.
Hoy, 10 meses después del bullicioso anuncio, la realidad es otra. Pedro Echeverría, de 71 años, estuvo en Chimbacalle cuando la locomotora reapareció. Recuerda que ese día la pesada máquina volvió a hacer su debut, pero también su despedida. Desde esa fecha no se la ha vuelto a ver sobre los rieles.
Echeverría trabajó 25 años en la Empresa de Ferrocarriles como conductor, antes de jubilarse. Ahora dice que solo “sacaron la locomotora para que “la vea el Presidente de la República y luego se olvidaron de ella”.
La Empresa de Ferrocarriles confirmó que la locomotora no circula. Pero que es solo hasta que se recupere la vía. Ahora Carrera justifica que el trabajo se complicó debido a que la vía estaba en completo desuso. “La rehabilitación del tramo Durán-Quito, donde se incluye el subtramo Latacunga-Quito, durará hasta 2012”. Además, “la implementación de la locomotora depende de la demanda y el costo de operación”.
En la actualidad, dos autoferros cubren la ruta Quito–Latacunga y -según Carrera- también circulan dos trenes con vagones, que funcionan con diésel. EL COMERCIO hizo un recorrido en uno de los trenes y constató que solo llegan hasta la estación de El Boliche, en Cotopaxi.
En esa parada los pasajeros deben hacer un trasbordo y son llevados en buses escolares a Latacunga. Al finalizar la visita regresan a El Boliche, donde los espera el tren para volver a Quito. “Eso es una burla. Las personas pagan USD 10 por el viaje en el tren y no puede ser que la mitad del trayecto la completen en bus”, comenta Echeverría.
‘Trabajos antitécnicos’
El titular de la EFE afirma que el traslado en buses es momentáneo y que una vez que la rehabilitación termine, los trenes completarán el tramo Quito-Latacunga. Pero Arturo Atkinson, integrante del Directorio de EFE, cree que ese objetivo es difícil de cumplir. La razón: los trabajos que se ejecutan en la vía hasta ahora son “antitécnicos y hay un despilfarro de dinero”.
El 21 de noviembre de 2008, Atkinson envió una carta al presidente Correa en donde detalla las irregularidades. Se habla sobre los durmientes, el balasto, los clavos y las planchuelas, elementos que conforman la vía férrea (ver infografía). Los durmientes son maderos que sostienen los rieles. Se los une a los rieles con clavos y planchuelas (placas de hierro). El balasto, en cambio, es piedra triturada que se coloca bajo los durmientes para que soporte el peso del tren.
Atkinson, quien también es dirigente de la Central del Frente de Profesionales de Movimiento País en Durán, afirma que los durmientes viejos no están bien sujetos a los rieles. En el km 430, por ejemplo, este Diario verificó que no todos tienen clavos y que algunos durmientes están demasiado viejos para ser usados. Se fisuran cuando se incrusta un clavo. Asimismo, las planchuelas están oxidadas y otras no se encuentran en su lugar. Se colocaron los clavos sin placa metálica.
“Esto, en apariencia, no parece ser grave, pero sí lo es. La locomotora, con el peso que tiene y a la velocidad que se moviliza, puede descarrilarse”, comenta Jorge Fonseca. Él trabajó durante 26 años como supervisor de vía de la empresa de ferrocarriles.
Recuerda que estaba al mando de una cuadrilla de 10 personas. El equipo tenía a su cargo el mantenimiento de 10 km de vía. Trabajaban ocho horas diarias, pero si se producía una emergencia, actuaban a cualquier hora, sin importar las condiciones climáticas. Algunos perdieron la vida durante el invierno. “Las lluvias eran bravas, pero nuestra misión era garantizar que el tren cumpla con su ruta y horario”.
Cada día, recorrían la línea férrea con un manual de procedimientos en la mano. “Medíamos la distancia entre rieles y durmientes, la condición de las planchuelas, que el balasto tenga el tamaño adecuado…”.
En la actualidad hay un equipo de seis trabajadores y un ingeniero de vía en el mantenimiento y monitoreo, según la EFE. Además, 30 trabajadores y dos ingenieros de vía colocan balasto y se encargan de nivelar la vía.
Pese a ello, y tras recorrer junto a un reportero de este Diario la línea férrea en el tramo Quito-Latacunga, Fonseca coincide con la denuncia de Atkinson. Dice que el balasto no está bien regado en la vía. Este material debe ser ubicado debajo y entre los durmientes. Pero está sobre los durmientes y también a los costados. Según Fonseca, el riesgo es que los rieles se hundan en la tierra con el paso del tren y la vía se vuelva irregular. Esto, a su vez, provocaría un descarrilamiento.
Por otra parte, si este material no se ubica al mismo nivel del durmiente, el agua se empoza entre los maderos y los pudre. “Eso acorta su tiempo de vida útil”. Desde la estación de El Boliche hasta Latacunga, las rocas trituradas apenas se observan apiladas en algunos tramos.
No obstante, el titular de EFE desestima la denuncia de Fonseca y Atkinson, pues “no son fuentes oficiales” y que aún hay tiempo para acabar la obra. “Se está realizando una labor responsable y tomando las seguridades dentro de los parámetros técnicos para el uso de locomotoras”.
Hasta ahora se han gastado en la rehabilitación USD 12,6 millones, y se proyecta una inversión total de USD 500 millones.
Punto de vista
Luis Villacís, de 67 años/ Ex trabajador de la estación de Latacunga
‘Las estaciones dejaron de ser guarida de ladrones’
Fui testigo de cómo los gobiernos de turno dejaron que el tren agonice. No quisieron invertir y dejó de funcionar. Las estaciones del ferrocarril se convirtieron en guaridas de delincuentes y drogadictos. Los rieles se hicieron sitios que nadie quería frecuentar.
Pero ahora, este Gobierno está tratando de recuperarlo y ya se ven cambios significativos.
Las estaciones fueron habilitadas y ahora son centros culturales. Hay cuadros y fotos de la historia del tren. Los niños disfrutan mucho con los jóvenes que trabajan como guías.
Es cierto que no hay tanto movimiento como antes, pero reconforta ver que por lo menos hay la intención de rescatar una obra que es parte de nuestra identidad ecuatoriana.
Espero que pronto se pueda ver mejor que antes, porque no hay que olvidar que esa obra unió física y culturalmente al país.