Imagen referencial. Nadia cuenta que vive en un hotel, como muchas otras compañeras. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Desde hace 15 años, Nadia (nombre protegido), una chica transgénero de Guayaquil, se dedica al trabajo sexual. Desde marzo de este 2020, cuando empezó la emergencia sanitaria por el covid-19 en Ecuador, su actividad -cuenta- también se ha visto afectada. Junto con su colectivo, Mujeres Trans Ecuador y gracias a la colaboración de activistas extranjeras y otras ayudas han logrado recolectar alimentos, con los que, ella y otras trabajadoras sexuales trans, preparan comidas comunitarias.
Nadia, de 35 años, cuenta que cuando comenzó la emergencia, “aquí en Guayaquil, solo se podía salir desde las 05:00 hasta las 12:00, lo hacíamos desde muy temprano con mis compañeras, hasta antes del toque de queda. Pero no se podía trabajar en paz, donde nos parábamos estaba la Policía, los uniformados se daban las vueltas, nos perseguían, incluso hay varias denuncias por atropellos de su parte”.
“Un policía nos insultó llamándonos con esa palabra con ‘m’. Recuerdo que nos gritó: ‘estamos hartos de verlos en esta zona, mientras yo esté aquí no los quiero ver. En ese momento yo hacía una transmisión en vivo para la organización, explicaba nuestra situación. Él me arrinconó con la moto y me amenazó con quitarme el teléfono celular. Yo trataba de explicarle para que entienda que no tenemos otra forma de vivir, que debemos trabajar. Que exponemos nuestra vida y salud. No es fácil, sabiendo el peligro que corremos, pero tenemos que salir”.
Nadia cuenta que vive en un hotel, como muchas otras compañeras. “Un día tuvimos que acudir a unos policías, para preguntarles qué podíamos hacer porque nos querían sacar de ahí, no teníamos para pagar, y nos dijeron que no nos teníamos que movernos de ahí y que había que llegar a un acuerdo”.
“Supimos que Diálogo estaba en un proyecto para ayudar a chicas trans que vivieran en las mismas condiciones. Nos colaboraron para pagar durante 17 días esa vivienda a 10 de nosotras. Las ayudas comenzaron a llegar de a poco. Entidades públicas no nos abrieron las puertas, pedimos al MIES que nos incluyera en el bono de protección por la emergencia, pero no tuvimos respuesta. Así que con las chicas empezamos a reunir ayuda”.
En esta pandemia, Nadia dice que ha sentido la solidaridad de compañeras trans europeas, que desde el extranjero les enviaban ciertas cantidades de dinero para algunos días de almuerzos, así elaboraron comidas comunitarias para 25 a 50 personas durante 15 días. Luego lograron incluso entregar canastas de víveres. “Pero tenemos que volver a salir a trabajar, aunque la Policía sigue molestándonos”.
Esta mujer trans sale los jueves viernes y sábados desde las 18:00 hasta las 23:00. Siempre pendiente de los policías porque, según señala, a veces les lanzan gas. “Pero el trabajo ha bajado, una tiene que estar esperando hasta que llegue un cliente, a veces nadie aparece. Además se trabaja con el susto de que el cliente esté contagiado, nunca se sabe”.
Nadia confiesa que cada vez que está en la calle siente mucho miedo. “Me cuido mucho, la salud se deteriora en la noche, estamos expuestas a que salga un loco y nos golpee o nos mate. Ninguna de las chicas de mi grupo ha tenido covi-19. Algunas han contado que pudieran haber estado contagiadas, que por días perdieron el gusto, les ha dolido la cabeza o han tenido malestares en el cuerpo, pero no hemos accedido a prueba que lo confirmen y no contamos con recursos para pagarlas”.
“Un chico que convivió conmigo tuvo fiebre, parecía infectado. Yo estaba asustado, pero hablé con un médico y me dijo que haga infusiones. Un día perdí el gusto pero no tuve ningún otro síntoma. Lo ayudé en la recuperación, no se podía ni poner de pie, lo cargaba, lo llevaba al baño, tomaba remedios que nos regalaron, pero nunca se hizo una prueba. Llamé al 171 y me dijeron que si él no se ahogaba totalmente no le podían llevar de emergencia. Se curó y se fue hace como un mes de aquí”.
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