Imagen referencial. La enfermera asegura que no fue la única contagiada. A ella y a su compañera se suman cuatro más. Foto: AFP
En el tercer piso de su casa, la enfermera Lucía -nombre protegido- espera que los síntomas de coronavirus cesen. Ella labora en un hospital público de Pichincha, la segunda provincia con más contagios. Hasta este miércoles 22 de julio del 2020 suma 12 956 infectados. Representa el 18,9%, es decir.
El 29 de junio del 2020, la joven enfermera, de 31 años, sintió algunos síntomas relacionados con la nueva cepa del virus, como tos seca, picazón en los ojos, dolor de estómago y algo de fatiga. Sin embargo -pensó- que se trataba de cansancio típico tras su jornada laboral.
“Ese día tuvimos más de 22 pacientes en el hospital: tres intubados y el resto solo con oxígeno. Su condición era grave. Hay muchos infectados, no hay camas y tenemos personas sentadas esperando un sitio”.
Ese día también su compañera de trabajo se sintió mal. Tenía fiebre y no podía distinguir olores. Ambas alertaron a las autoridades sobre su situación. “Nos dijeron que no podían hacer nada y que debimos notificar antes, ya que no podían cubrir nuestros puestos”, por lo que ellas solicitaron que les hagan las pruebas PCR -únicas avaladas para el diagnóstico- para descartar o confirmar la presencia del virus.
Sin ninguna respuesta terminaron su turno al siguiente día, el 30 de junio del 2020. “Estuvimos muy fatigadas durante toda la noche. Nos cambiamos, bañamos y, afortunadamente, nos hicieron el hisopado (nasofaríngeo, es decir la toma de muestras)”.
Ella siguió asistiendo a su sitio de trabajo. Lo hizo con el “doble de las medidas de bioseguridad“, ya que el 9 de julio recién le entregaban el resultado. Fue negativo, por lo que siguió con sus actividades. Sin embargo, los síntomas no cesaban, incluso, perdió el olfato -otro indicador de la presencia del SARS-CoV-2, causante de la enfermedad covid-19-.
Ante ello pidió que le hagan una prueba clínica, es decir, un examen de sus pulmones, los cuales en efecto presentaban complicaciones, evidencia de presencia del virus. “Tuve que volver a aislamiento domiciliario”, comenta esta enfermera que tiene seis años de carrera.
Ella asegura que no fue la única contagiada. A ella y a su compañera se suman cuatro más. “No hay suficiente personal para la cantidad de infectados que llegan al hospital. Tampoco hay equipos de protección de bioseguridad. La situación es demasiado compleja”.
Meses atrás -cuenta- les entregaban dos mascarillas para su jornada laboral. Hoy solo reciben una. “Tenemos que guardar los cubrebocas en un sobre (amarillo) y eso no es lo indicado por las normas sanitarias”. Además, han tenido que lavar sus trajes, ya que no hay suficientes.
Lucía insiste que es necesario que se dote de estos insumos al trabajador de la salud, ya que están en primera línea de batalla contra el virus. Así también se garantiza la atención continua a los pacientes; más ahora cuando se registran más infectados en la provincia.
La enfermera pide a la ciudadanía que siga las medidas de bioseguridad como lavarse las manos con agua y jabón y usar siempre mascarilla. Además solicitó que no salgan de casa sino es para trabajar, que eviten organizar o acudir a fiestas.
Hasta el viernes 26 de junio del 2020 -última cifra publicada por el Ministerio de Salud-, 20 290 de las 151 325 muestras nacionales se tomaron a servidores que están en primera línea. De ellas, 5 508 dieron positivo.
La mayoría fue de médicos (2 053); siguen los enfermeros, con 1 070 casos, policías, con 760 y militares, con 735. Se incluyen también auxiliares de enfermería, obstetras, psicólogos, odontólogos, recolectores de basura y agentes municipales.
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