En la imagen se observan los racimos de uvas de color verde de la finca Pura Vida. Esta tiene 105 hectáreas. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Entre largas extensiones de terreno, serena y silenciosa ha ido creciendo la uva de mesa en Santa Elena. Es una de las frutas no tradicionales de cultivo más reciente en el país; su siembra y cosecha –capitalizada por tres haciendas– comenzó en el 2009.
El clima de la provincia favorece su cultivo y poco a poco gana espacio en las actividades comerciales locales, marcadas tradicionalmente por la pesca y el turismo.
El año pasado la producción de uva llegó a 3,93 millones de kilos, repartidos entre las agrícolas Pura Vida, Agrifrutti y Quilziolli, según cifras de la Asociación de Productores de Uva del Ecuador (Apruec).
Esta cantidad es insuficiente para abarcar la demanda interna de la fruta, que supera los 28 millones de kilos.
Es por ello que la intención es crecer. Actualmente, la siembra abarca 160 hectáreas en la provincia y para finales de año llegarán a 205, con lo que se espera un incremento de la producción de 28%.
Entre las variedades de uva, la más común es la Red Globe, pero también se cultivan la Arra 15, Allison, Crimson y Sugraone. Los sembríos se levantan en estructuras tipo parrón, dispuestas en hileras que se elevan a dos metros sobre el suelo de cultivo.
La intención de los productores de la fruta es aprovechar las condiciones del clima, que permiten sembrar hasta tres veces al año, a diferencia de Chile y los EE.UU.
Otra meta es generar mayor cantidad de plazas de trabajo y estimular la sustitución de importaciones. Según Apruec, Ecuador importa 6,52 toneladas de uva de mesa al año.
Quilziolli, que es parte de la empresa alemana SanLucar, tiene unas 20 hectáreas y Pura Vida acumula 105 hectáreas, siendo esta última la más grande de la zona; sus proyecciones apuntan a alcanzar las 1 000 hectáreas de cultivo.
Según el gerente técnico de Pura Vida, Víctor Hugo Pérez, la siembra de uva ha representado una fuente de trabajo para habitantes de la zona, principalmente de lugares como Chanduy, Atahualpa, Zapotal y Colonche.
En los períodos de mayor producción, el número de jornaleros pasa de 120 a 450. “Además se genera empleo indirecto para todos los asociados: transporte, alimentación, vestuario, frigoríficos, supermercados”, añade Pérez.
La firma agrícola, que forma parte del Grupo Rueda, se inició en el negocio porque las condiciones permitían el crecimiento de la fruta y decidieron tecnificar el cultivo.
Pura Vida produce 300 000 cajas al año que se destinan al mercado local; la exportación no está entre sus planes.
Los productores requieren apoyo gubernamental, principalmente en materia arancelaria para la importación de los insumos y las maquinarias; así como subvenciones para la tecnología de riego. Pérez señala que la instalación de una hectárea de riego puede costar entre USD 5 000 y 10 000.
Según los productores de la fruta, producir uva en el país cuesta alrededor de USD 35 000 la hectárea, mientras que en Chile el monto oscila entre 21 000 y 24 000.
En ello coincide Jenny Cadena, administradora de la agrícola Agrifrutti, una sociedad de capital chileno y ecuatoriano. Ella cuenta que el costo de insumos en Chile alcanza los USD 1 500, mientras que en el país se duplica. Ese monto, con el cobro de la tasa de control aduanero, podría llegar a USD 4 000.
Mientras revisa las uvas, Cadena cuenta que la maquinaria, los fungicidas y las mismas plantas son traídas desde el exterior. Y añade que los costos son elevados, principalmente por la especificidad y su poca demanda en el país.
En Ecuador, dice, abunda maquinaria para cultivo de mango y cítricos, que no se adaptan a las necesidades de la uva. Pero en materia de fungicidas la situación es más compleja, por lo que han solicitado apoyo del Ministerio de Agricultura y Ganadería.
Una exportadora de vino
Además de uva de mesa, el país es tierra fértil para la producción de uva para vino. En este caso en Playas, Guayas.
Dos Hemisferios es la principal productora de la zona y ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales.
La empresa arrancó en 1999 con uva de mesa, en unas 13 hectáreas. Luego sembró cebolla para exportar a EE.UU. y se decantó por el vino.
Pablo Taramelli, gerente de producción, cuenta que comenzaron a probar hasta que en 2010 lo convirtieron en un negocio formal que hoy abarca unas 37 hectáreas. Allí se producen 130 000 botellas al año, de las cuales se exportan 10 800 a España.