Pescadores captados por narcos están recluídos en EE.UU.

Manta droga

El teléfono sonó tres veces y se apagó. Cinco minutos después, el celular volvió a timbrar. Al principio la señal era entrecortada; luego se volvió nítida. Era Daniel y quería hablar con su esposa. Cuando Fátima contestó alcanzó a decir que se había cortado el pelo y que estaba “más guapo” para ella.
La llamada la hacía desde una cárcel en Estados Unidos. Allí está hace cuatro meses, cuando él y otro pescador fueron detenidos cerca a Galápagos y son acusados de narcotráfico.
Fátima y Carmen, su suegra, están en una esquina cercana al demolido mercado de Los Esteros, en Manta. Allí recuerdan esos días después del arresto.
60 familias de Manta, Jaramijó y Santa Rosa (en Manabí) tienen algún pariente arrestado en Estados Unidos. En Esmeraldas, los militares conocen que unos 300 pescadores estarían en esa situación.
¿Qué sucede? Luego de días de investigaciones, los agentes detectaron cómo las mafias los reclutan para llevar la carga ilegal hasta Costa Rica, Nicaragua, México y EE.UU.
El esposo de Jenny también fue apresado hace cuatro años. Lo único que recuerda su esposa es que él salió a pescar y no se supo más hasta después de 60 días. Una mañana de junio del 2001 la llamó y hablaron un minuto y le dijo que lo detuvieron junto a cinco tripulantes y los acusaban de estar involucrados en tráfico de drogas.
Cuando ha logrado hablar con Fátima, su marido le ha comentado que hay otros pescadores en esas cárceles.
El dirigente de los trabajadores artesanales de Manabí, Jimmy López, dice que hay tripulantes que “han sido seducidos para servir como mulas del narcotráfico” y reconoce que en su intento han sido apresados.
Según López, los apresamientos empezaron en 1998.
En Esmeraldas ocurre algo similar. Los agentes conocen cómo los narcotraficantes contactan a pescadores en las distintas caletas existentes. Para ello se valen de emisarios.
Los uniformados no descartan que desde esa provincia opera una cadena de reclutamiento, integrada por gente que trabaja para organizaciones de narcotraficantes.
Otro dato que arrojó la indagación sobre esos casos es que los negocios entre intermediarios de los narcos y personas captadas se cierran en Guayaquil. Pero por la cercanía para llegar a los países de Centroamérica, las redes operan desde Esmeraldas, pues desde allí apenas son tres días de viaje.
Una vez que son captadas, las mafias pactan el precio y la cantidad de droga que llevarán en las embarcaciones.
Las lanchas de fibra de vidrio usadas en esas operaciones delictivas tienen capacidad para tres y hasta siete toneladas de alcaloides, pero llevan entre una y tonelada y media. Eso facilitaría viajar más rápido.
Los agentes dicen que además reciben adiestramiento sobre qué hacer en caso de ser descubiertos por la patrullera estadounidense, que opera mar adentro. Los cargamentos tienen sistemas GPS, capaz de poder ser rastreados en el mar, en caso de que haya que abortar la operación delictiva.
Por cada traslado de droga, las bandas pagan al menos USD 50 000. El 50% lo reciben previo a la salida y el resto luego de 15 días que regresen al país. En una embarcación van hasta tres personas, entre ellos un náutico, quien dirige el rumbo con las coordenadas entregadas.
“Es un riesgo, pero muchos se han visto tentados”, dice un hombre que trabaja en la playa.
Las coordenadas se entregan con precisión para que los receptores de la mercancía ilegal estén pendientes.
Los investigadores saben que el envío de la carga se hace de dos formas. En la primera, la drogada es sacada en lanchas desde una de las playas de Esmeraldas o de algunas poblaciones colombianas que limitan con San Lorenzo.
Desde esas zonas, una lancha rápida termina de llevarla hasta su destino final.
Pero también se transporta directamente. Eso implica hasta cuatro días de navegación hacia Nicaragua o Costa Rica, en donde son esperados por otro grupo de la red internacional. Sus integrantes los recogen y hasta los hospedan.
La Armada no descarta que una vez cumplido el trayecto las propias bandas hunden esas embarcaciones, pues regresan a sus ciudades vía aérea.
Por eso, un alto oficial dijo que en el momento se busca una relación que existiría entre el robo de motores y embarcaciones de fibra a pescadores con el tráfico de cocaína. “En esto hay toda una red bien organizada y es lo que estamos trabajando en el ámbito de nuestras competencias”, dijo.
En el momento, Fátima, Carmen y Jenny se reúnen cuando tienen noticias que comunicar al resto de familiares de personas apresadas en Estados Unidos. Por ahora, Fátima dice que planifican una marcha que podría realizarse en Manta y otra ciudad del país para hacer conocer estos casos.
En contexto
Durante los procesos legales también se conoció que hay pescadores ecuatorianos que guardan prisión en cárceles de Puerto Rico. Los agentes dicen que los grupos organizados “cada vez hacen más atractivas las ofertas económicas a pescadores artesanales”.