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Intensas operaciones aéreas por el covid-19

La FAE ayudó a turistas mexicanos que quedaron varados en Quito; fueron trasladados en un vuelo humanitario. Foto: cortesía

La FAE ayudó a turistas mexicanos que quedaron varados en Quito; fueron trasladados en un vuelo humanitario. Foto: cortesía

La Brigada Aérea del Ejército entregó alimentos e insumos médicos en poblaciones de la Amazonía. Foto: cortesía

La crisis sanitaria estaba en el pico más alto de contagio. Las muertes por covid-19 se multiplicaban. En la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), la disposición fue que todos los pilotos y técnicos estuvieran operativos y las naves, listas para despegar. Corría marzo, entre órdenes para trasladar a médicos y cargas con insumos, especialmente a Guayaquil.

Se fijaron protocolos y el personal comenzó a usar trajes de bioseguridad, guantes, visores, mascarillas (ahora solo usan tapabocas y desinfectante).

Así, en abril, 18 tripulantes cumplieron una misión internacional de 48 horas. 29 de estas pasaron en el aire y el resto en tierra, mientras el avión C-130 Hércules cumplían escalas técnicas hasta llegar a Utah, en los Estados Unidos.

La indicación fue no abandonar la nave, para evitar que alguien se contagiara con el virus.

Antes de llegar al destino pasaron por México y dejaron a 50 de sus ciudadanos que hacían turismo en Ecuador y quedaron varados en Quito tras el cierre del aeropuerto.

En EE.UU. cargaron 16 000 libras de mascarillas, guantes, trajes de bioseguridad, visores, nebulizadores que donó la fundación Charity Anywhere.

Hoy, Jorge Rojas, un oficial de la FAE, cuenta que había preocupación, porque hasta ese momento no había tenido un viaje tan largo con el C-130. “Máximo habíamos trasladado carga a Galápagos”, relata.

Rojas recuerda que al retornar a Quito, la nave aterrizó solo con tres de cuatro motores, porque una de las hélices se movió por el desgaste del viaje. “Si no apagábamos podíamos tener problemas de control”.

Poco antes de este viaje, otra tripulación trajo, en un Boing 737, a 37 niños y siete adultos desde Arica, una ciudad chilena. Ellos estaban allí de paseo, pero estalló la emergencia.

La FAE ayudó a turistas mexicanos que quedaron varados en Quito; fueron trasladados en un vuelo humanitario. Foto: cortesía

Para entonces, otras naves participaban en un puente aéreo para llevar médicos, policías y militares a Galápagos. Además, trasladaban mascarillas, medicinas y alimentos.

En esos días, Aeropolicial también comenzó a operar con toda su flota: cuatro aviones y nueve helicópteros. Santiago Arias, un mayor de la Policía, pilotea un avión ambulancia y ha trasladado pacientes que por las restricciones no podían movilizarse por tierra. El 7 de mayo asistió a un hombre que resultó herido en un accidente vial y lo llevó de Manta a Quito.

Los vuelos eran frecuentes. El 14 de mayo trajo del Tena a un policía que sufrió un aneurisma cerebral. También llevó a siete médicos a Guayaquil, para que en los días más álgidos apoyaran en el Hospital de la Policía.

Arias recuerda que cuando se aproximaba a las grandes ciudades había silencio. Las radios no registraban transmisiones, pues los vuelos comerciales estaban parados. “Prácticamente éramos los únicos con los que los operadores de la torre de control hablaban”.

Asegura que esa pausa en los vuelos también generó preocupación, pues la mayoría de aeropuertos no operaba en las noches. Esto complicaba las operaciones. Por eso se dirigían mayoritariamente a Quito, que tenía sus instalaciones abiertas las 24 horas.

El 14 de junio, el avión ambulancia de Aeropolicial trasladó a un paciente desde Tena hasta Quito. Foto: cortesía

Cuando estalló la emergencia, la orden para las naves policiales también fue sobrevolar ciudades y carreteras.

Elizabeth Galarza y Elena Cárdenas, dos capitanes de la Policía, monitorearon en Pichincha y en Portoviejo.

Desde el aire se alerta sobre los incumplimientos a las medidas de bioseguridad. Se verifica los puntos de control en las carreteras y accesos a las ciudades. Sobrevuelan las cárceles y apoyan a los equipos que ejecutan operativos en tierra.

Algo parecido hacen en la aviación del Ejército. El comandante de la Brigada Aérea del Ejército, Fernando Lanas, sabe que durante esta emergencia los pilotos y las aeronaves duplicaron sus horas de vuelo.

Llevaron vituallas y brigadas médicas a zonas de difícil acceso, en la Amazonía.

Luis Mera estuvo a cargo de una de las misiones más largas para un helicóptero. Él es mayor del Ejército y recuerda que en dos días trasladó a laboratoristas y médicos para que realizaran pruebas a militares y civiles en Morona Santiago.

El 29 de mayo entró a Gualaquiza con un MI-171. Llevó personal de salud. En el destacamento realizaron las pruebas y dice que se quedaron a dormir. Al siguiente día viajaron a Patuca, luego a Montalvo y terminaron en Shell-Pastaza.

Al tercer día cumplieron la misión en Taisha. La programación decía que solo podían quedarse hasta dos horas en cada sitio hasta tomar las muestras. “El clima no ayudó. Había mucha humedad y calor. Y en esos días, por seguridad, viajábamos con trajes de protección”.

El mayor Francisco Andrade es otro piloto y cuenta que el mes pasado llegaron a Lorocachi y Curaray, en Pastaza. Solo dos personas recibieron la comida y las vituallas. Otros pobladores los veían de lejos.

Luego conoció que en esas comunidades tienen prohibido acercarse a los foráneos.