Sargento Washington Herrera: 'Vi muy de cerca cómo un proyectil cortó la yugular a un compañero'

Washington Herrera es sargento primero en servicio pasivo. Foto:Vicente Costales / EL COMERCIO

Washington Herrera es sargento primero en servicio pasivo. Foto:Vicente Costales / EL COMERCIO

El sargento Washington Herrera es abogado. Foto:Vicente Costales / EL COMERCIO

A los 22 años ingresé por una casualidad de la vida al Ejército. En esa época había la oportunidad de inscribirse hasta los 23 años. Estaba casi llegando al límite. Recuerdo que fui a Latacunga a visitar a unos familiares y vi que desde un avión gigante saltaban paracaidistas y me impactó.

En esa época yo estudiaba Derecho en la Universidad Central. Cursaba cuarto año y cuando llegué de Latacunga justo coincidió que se cerró durante seis meses. No lo pensé más y me inscribí para soldado. Yo planeaba regresar al siguiente año una vez que haya terminado el curso de formación. Sin embargo, no se pudo. Volví 15 años después ya como militar.

Entonces decidí ir al Ejército y puse como meta que luego de graduarme iba a retomar los estudios de derecho, de la jurisprudencia. No fue posible sino hasta 15 años después, pero eso le contaré más adelante.

Por ahora voy a comentarle que en 1995 estalló la guerra del Cenepa. Tenía unos 30 años y el grado de cabo segundo. Entré en diciembre de 1994 para ocupar las zonas en las se preveía que iban a ocurrir enfrentamientos. Salí el 15 de marzo.

Mi patrulla no tenía nombre, porque era de avance, ataque o desestabilización. Éramos incógnitos por estrategia. Si caíamos prisioneros, nosotros decíamos que no sabíamos cuál era nuestra patrulla o que estábamos perdidos para que no nos identifiquen.

Recuerdo que en el mes de febrero cayó abatido el compañero (Wladimir) Analuisa por las esquirlas de un RPG (un proyectil antitanques). Fue a unos cinco metros de donde yo estaba. A mí me protegió la tierra de una hondonada.

Al momento que detona la granada, las esquirlas le cortan la yugular. Le sacamos al puesto de comando que teníamos. Él juntaba sus manos como rogando a Dios y luego las separaba para mover su dedo índice en círculos. Lo que interpretábamos era que nos pedía de favor que llamemos al helicóptero. Él murió desangrado mientras una patrulla lo sacaba del campo. Yo no estuve en ese grupo que lo llevó, pero sí hice el cerco para protegerlo.

Es una ironía. En diciembre, él le dijo a una chica muy agraciada que estaba en las capacitaciones médicas que nos daban, que cuál era la solución si es que teníamos una herida en el cuello. Esto a manera de broma y para llamar la atención porque ese día nos dijeron que teníamos que hacer un torniquete para detener los derrames en piernas o brazos. Recuerdo que ella se río y le respondió que se haga no más el torniquete, así ya no tenía que preocuparse por la granada.

Ahora voy a retomar mi relato sobre me reingreso a la Universidad. Yo volví estudiar, pero de incógnito, porque había gente que tenía un criterio negativo de los militares. Decían que solo pasábamos en el vóley o lustrando botas.

En esos años marqué bien la diferencia entre ser militar y estudiante universitario. Cuando había una reunión de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (Feue) para botar a alguna autoridad yo no podía asistir.

Repetí cuarto año, porque la malla había cambiado. No era la misma de hace 15 años. Tocaba actualizarse en todos los códigos. Los libros y los escritos ya estaban caducos.

El sargento Washington Herrera tenía 30 años cuando estalló la guerra del Cenepa. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Una vez que adquirí el título de doctor en jurisprudencia se me consideró como un profesional dentro del Ejército.

Como había presentado los documentos mi vida cambió. Pase de ser instructor de salto, de estar todo el tiempo en el terreno, a ser parte de los oficinistas.

Llegué a ser asesor jurídico de la Inspectoría General del Ejército, asesor jurídico en la Aviación del Ejército, de la Brigada El Oro y otros cargos.

También me han pedido mi servicio como profesional en los amparos constitucionales que se hicieron a las reformas al régimen de pensiones.

Actualmente soy sargento primero en servicio pasivo y asesoro legalmente a particulares. También soy vicepresidente de la Asociación de Excombatientes del Cenepa Eloy Alfaro.

Paso mi día a día con los libros de derecho en la mano, los expedientes y otros documentos. Tengo reuniones con mis clientes y voy a las audiencias en el norte y sur de Quito. Cambié mi fusil por las leyes.

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