Redacción Sociedad
Los listados con los datos de las personas alfabetizadas en las campañas del Ministerio de Educación y de gobiernos locales ni siquiera estaban digitalizados.
En algunos casos, los directores provinciales presentaron hojas con nombres escritos a mano, de los participantes de los programas de alfabetización, desarrollados entre 2001 y 2009.
Algunas conclusiones
El analfabetismo de los indígenas, de los pobres, afroecuatorianos y de campesinos representa un serio rezago.
Los programas de los últimos años no tienen un efecto significativo en la reducción de la tasa en Quito, Guayaquil y Cuenca, que concentra alrededor el 20% del total.Para obtener datos confiables hubo que depurar las listas desde febrero hasta agosto. Un buen porcentaje de personas no registraba la cédula de identidad o la edad e incluso se digitó el sexo guiándose por el nombre. Además, hubo duplicidad de registros, ciudadanos que constaban en los listados más de una vez.
“Los funcionarios de la Dirección Nacional de Educación Popular Permanente (Dinepp) nos contaron que motivadas por los incentivos (bonos y víveres) algunas personas se inscribían en varios programas. También por la movilidad, se mudaban…”.
Lo ratificó ayer Mercedes Onofa, coautora junto a Juan Ponce, del estudio ‘La alfabetización en Ecuador, evolución histórica, información actualizada y mapa nacional’. Esto se desarrolló a pedido de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco), con el apoyo del Ministerio.
En el estudio, tras analizar las cifras oficiales proporcionadas por el Ministerio y el Programa Yo sí puedo, los investigadores de la Flacso concluyeron que hasta finales de 2009 habría un 2,7% de población analfabeta en el país. Pero en el informe recalcan que no se pueden usar los datos del estudio para determinar la tasa actual de analfabetismo.
Onofa recordó que al inicio creyeron que la investigación les tomaría unos tres meses, pero ocuparon el doble de tiempo.
Miriam Susuzhanay, del colegio Idrobo, enseñó a su mamá
Carla Jaramillo, del Manuela Cañizárez
Pamela Hidalgo, del colegio Dillon“No desconocemos que hubo trabajo y que el nivel de analfabetismo caerá, pero siempre recalcamos que la cifra no puede ser usada así, nos basamos en registros que nos dio el mismo Ministerio. Es una investigación hecha con base en supuestos, una tasa de analfabetismo resulta de encuestas formales”.
Rocío Ivadango y Lorena Sandoval, maestras del Colegio Marista, coordinaron el desarrollo del Programa de Educación Básica para Jóvenes y Adultos Manuela Sáenz en ese plantel.
Ellas afirmaron que, “el Estado no envió personal para preparar a los jóvenes (estudiantes de segundo de bachillerato). Eso lo asumimos los coordinadores. Recordamos lo que nos enseñaron en la escuela. El texto que nos entregaron tarde no ayuda mucho, los chicos elaboraban el material didáctico”.
Respuesta de Rosa María Torres, asesora internacional de Educación, al ministro Raúl Vallejo
Lea el informe sobre la alfabetización en EcuadorLas maestras dijeron que no pagaron ni dieron incentivos a los participantes (alfabetizandos). Los retuvieron en clases enseñándoles temas que les ayudaran en su vida diaria, por ejemplo, cómo llenar facturas.
Las profesoras contaron que recorrieron sectores de Quito en busca de participantes. También pidieron espacios como la casa barrial de Pambachupa, por la zona de La Comuna, para enganchar a gente que realmente necesite aprender. Tienen experiencia en labor social.
Margarita Dávila, coordinadora del Programa en el Colegio Idrobo, trabajó con seis maestros en brigadas. Tuvieron 322 estudiantes y 290 participantes, que se capacitaron en la Escuela República de China y en las instalaciones del plantel, en el norte, y en la Escuela Marquesa de Solanda y el Colegio Benito Juárez, en el sur. Hubo 11 deserciones.
“Rompieron la vergüenza de decir que sus padres o familiares no terminaron la primaria y trabajaron con ellos”. Así explica la participación de parientes en el programa. También señaló que cada alumno preparaba la clase y que el material didáctico dependía de su situación económica. “Cada estudiante debía llevar un refrigerio para el alfabetizando, lo que pueda”, señaló.
Este Diario pidió una entrevista con Mery Gavilanes, titular de la Dinepp. Comunicación dijo que respondería a preguntas por e-mail, pero finalmente no se cumplió el compromiso.
Se buscaba conocer por qué no se evaluó la efectividad del Programa. En el estudio de Ponce y Onofa se dice que recién hace un año la Dinepp solicita los registros de cada participante. Antes, los funcionarios en las provincias reportaban a esta Dirección solo datos numéricos a escalas nacional, cantonal y parroquial, en base a los cuales se monitoreaba el proceso de alfabetización.
“La investigación permitió evidenciar ciertas debilidades y falencias y alertar a las autoridades sobre los correctivos que se deberán tomar para mejorar la gestión de la información”.