El barrio San Juan de Quito es probablemente uno de los nombres más presentes en la memoria y el imaginario de la capital. Es un barrio con carácter, con tradición en Quito. ¿Quién sabe por qué se da ese fenómeno?
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Quizá porque su nombre se pronuncia en una de las canciones infantiles populares de origen español, con “los maderos de San Juan”. O quizá porque es una de las fiestas mayores del sincretismo andino. Por eso, en Gastando Suela, decidimos hacer un recorrido por este barrio de Quito, conocer su gente, sus pasiones, anhelos y gozar de la maravillosa vista que disfutan a diario desde las alturas de San Juan, este “balcón quiteño”.
San Juan, un barrio tradicional de Quito
Una de las casas barriales de San Juan. Allí funcionaban los baños públicos. Ahora es un centro para los 60 y piquito. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Cuenta la leyenda que antes de la conquista este sitio era el lugar destinado para la adoración de la luna. Se lo llamó Huanacauri.
Durante la Colonia, la habitaban fundamentalmente indígenas. Su crecimiento se da en la década del 30 del siglo pasado, cuando Quito vivió una expansión modernizadora. Y allí, en las alturas de San Juan, se instalaron muchos migrantes del resto del país, según Manuela Cobo, una vecina del barrio en donde vivieron sus abuelos, sus padres, ahora sus hijos, y que tiene Las Quesadillas de San Juan.
Allí se instalaron los hornos para elaborar los adobes y ladrillos para la construcción de “las casas grandes” de La Mariscal y de su propio barrio, y que ella aún recuerda.
El parque La Luna, en San Juan
El parque La Luna de San Juan fue recuperado por la acción vecinal. Allí habría sido el sitio para la adoración de la luna en tiempos precolombinos. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Alejandro Romero, con 26 años, es el presidente más joven que ha tenido San Juan. Con él, Dinna Barcia, coordinadora del Cabildo subsector San Juan, y Manuela, nos llevan a dar una vuelta por el parque La Luna. El nombre ya podría darnos una pista.
Se puede pensar que es por las alturas de San Juan, en donde se tiene una de las vistas más bellas de Quito, porque se ve el sur, los tejados del Centro Histórico y el norte. Se ve cómo se la Virgen de Quito en El Panecillo pareciera mirar a La Basílica del Sagrado Corazón de Jesús y, de paso, a San Juan. O quizá porque se debe subir tanto por las cuestas que se siente más cerca de la luna.
Las cuestas son la parte más dura de vivir en el barrio San Juan, pero es algo que le da carácter también. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
En realidad, se llama Parque La Luna por otra razón.
Se dice que allí había un templo de adoración a la luna. También se cuenta que sobre este se construyó, en la Colonia, el convento recoleto de los padres agustinos y en donde ahora se encuentran las madres agustinas de clausura.
El balcón amarillo del barrio emblemático
La recuperación del puente de La Chilena, que algunos ya llaman Puente Amarillo, fue fundamental para transformar a San Juan. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Si Alejandro es un líder barrial joven y con una familia radicada en San Juan por años, Dinna es alguien que llegó en los primeros años de este siglo desde Esmeraldas. Es una convencida de que la organización puede mejorar la vida de la comunidad.
Y fue por la organización barrial que se pudo hacer algunas mejoras y tener una relación comunitaria para afrontar la inseguridad. Y el mejor caso de ello quizá sea el haber logrado que desde el Municipio se recupere el parque La Luna y el puente de La Chilena.
Muchos la conocen como el Puente Amarillo, por el color que tiene, y que unen las calles Esmeraldas y Oriente por sobre la quebrada de La Chilena. Hace algunos años, las imágenes en este parque no eran las mejores. Reinaugurado el año pasado, este puente peatonal se mueve al cruzarlo y se vive ese encanto despiadado del vértigo.
La organización en el barrio de San Juan
De izquierda a derecha, los dirigentes de San Juan: Manuela Cobo, Alejandro Romero y Dinna Barcia, en un mirador del barrio. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Alejandro reconoce que San Juan puede tener una mala imagen. Pero la verdad es que en todos los barrios y en toda la ciudad de Quito el peligro es algo que se siente a diario. Sin embargo, en este caso, San Juan no ha perdido su condición de barrio.
No tienen la idea de levantar muros y encerrarse. Más bien, quieren la vida de barrio, con sus gentes que se saludan en las calles. O, como dice Alejandro, “capacitarnos para el uso de las alarmas comunitarias y para organizarnos, para que si pasa algo, nos ayudemos entre vecinos”.
Dinna está de acuerdo. “Necesidades en el barrio tenemos muchas, pero la más esencial tiene que ser la organización y la unidad. Si no hay esa unidad, la delincuencia nos va a ganar”.
La tradición quiteña de un barrio
El gimnasio en el parque La Luna. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Con esa arquitectura propia de las casas de trabajadores, propia de la década de los 30, San Juan no deja de ser un barrio que tiene encanto. Es un barrio para visitar porque quizá no hay otro que tenga esta vista tan privilegiada.
Sí, es cierto, hay que tener agallas para vivir ahí por una sola razón: las cuestas. Solamente hay dos líneas de buses para un barrio en el que viven 12 270 personas. Subir a esas alturas puede ser agotador, pero la recompensa está en admirar a Quito desde las alturas, desde este “balcón quiteño”, como lo conocen.
En San Juan, además, se puede disfrutar de una gran gastronomía. Hay un restaurante justo en el parque La Luna, más gourmet: El Ventanal. Además, está la comida tradicional que ha funcionado por décadas, como Los motes de San Juan. Hay también unas extraordinarias tripas.
En este Gastando Suela por un barrio de tradición en Quito, fuimos a comer nuevamente en Las Quesadillas de San Juan, que en este mes de marzo del 2025 cumple 90 años y que ocupa desde hace 54 años la casa en la calle Deifilio Torres (bajando del Centro de Arte Contemporáneo).
Las Quesadillas de San Juan, una marca que este 2025 cumple 90 años. Foto: Diego Pallero
Son cuatro generaciones que han logrado crezca y que Manuela Cobo reciba distinciones nacionales por sus quesadillas y su pan de maíz. Es por el “respeto a la receta de mi abuelo, que la mantenemos incólume en el barrio más lindo de Quito“, dice Manuela.
Y tiene razón: San Juan es un barrio bello. Como todos, tiene sus problemas, pero es un lugar que merece que se la visite, que se coma ahí, que se la recorra para admirar la vista y su arquitectura que refleja el tiempo en que se fue poblando. Merece San Juan que vayamos gastando suela en un barrio tradicional de Quito.