La Jipijapa es un barrio clave del norte de Quito. Está lleno de vida, de ajetreo. Comenzó como un barrio residencial, pero ahora es un sector en donde hay un comercio intenso y por donde pasa gran parte del transporte municipal. Sin embargo, algunos creen que mantiene de algún modo ese sentido del barrio, en donde muchos aún se perciben como vecinos.
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El origen rural del barrio La Jipijapa
Como todos los barrios más allá del Centro Histórico de Quito, La Jipijapa fue objeto de la expansión urbana y modernizadora de Quito de los años 60. Era, como toda periferia de la capital, una zona rural.
Fue una hacienda, que pertenecía a Miguel Espinoza. Para la década de los 60, la adquirió el Municipio de Quito. En mayo de 1966, se emitió la ordenanza que dio las pautas para la creación de la Cooperativa Jipijapa.
Hasta entonces, allí se realizaba anualmente una feria ganadera que organizaba la Cámara de Agricultura y Ganadería de la Zona 1, que fue, también, la primera propietaria de la Plaza de Toros. Y fue esta plaza la que cambió la fisonomía y la vida misma de este barrio y, de paso, a Quito.
La Plaza de Toros, la impulsora de La Jipijapa
En el proceso modernizador de Quito, el año 60 fue fundamental. Para entonces, la ciudad crecía en dirección norte y sur. Según el primer Plan Regulador que tuvo Quito, elaborado por el arquitecto uruguayo Guillermo Odriozola Jones, la ciudad se zonificaba: el sur orientado hacia la industria y los barrios obreros; el norte, hacia las áreas residenciales y el esparcimiento.
El año 1960 se inauguraron, entre otras obras, de la Plaza de Toros Quito y el aeropuerto Mariscal Sucre. Las corridas de toros, sobre todo con la Feria Jesús del Gran Poder, que comenzó en 1961, fue un eje articulador de las Fiestas de Quito y del barrio.
Omar Mora, de 66 años, recuerda bien cómo era el barrio hace 37 años, cuando llegó a La Jipijapa. Había ya transitado, desde que llegó de Ambato cuando tenía 14 años, por la Concepción, Quito Norte, San Carlos. En 1987, se casó con Caterine Salvador y se fue a vivir a la avenida Tomás de Berlanga y se llevó consigo la ferretería que tenía en el barrio América.
“Era un barrio de familias“, dice Mora. Se le nota la nostalgia del Quito que aún podía tener una vida barrial, de vecinos que se conocen y se hacen amigos. Pasan por su ferretería y lo saludan. Se detienen para conversar con él unos minutos. Se preguntan mutuamente por la familia y se van.
“Pero ya no es lo mismo. Muchos se han ido; otros han muerto. Antes hacíamos bailes. Era muy lindo. Había negocios, pero eran familiares“, dice Mora, que disfrutaba de las Fiestas de Quito y lamenta que se hayan acabado las corridas de toros desde el 2011.
Fue -y sigue siendo- un barrio de la clase media, fundamentalmente profesionales, que emergían con fuerza, sobre todo a partir de los años 70, con el ‘boom’ petrolero.
La abundancia de restaurantes en La Jipijapa
Si bien Omar Mora dice que el barrio ha cambiado, para Emil Plonski, quien se dedica al cine y con 13 años en el barrio (en dos etapas), dice que no se ha perdido la calidad de vecinos. Todavía se mantienen negocios familiares, que se ubican en las plantas bajas de lo que eran solamente hogares.
Desde la década de los 90, comenzaron a levantarse los restaurantes. Mayormente, se ubicaron en la calle Isla Floreana y que se fueron extendiendo hacia las calles transversales y otras avenidas, como la Tomás de Berlanga y la Río Coca.
Contando en las seis cuadras que separan la avenida Amazonas de la avenida de los Shyris, en la Tomás de Berlanga hay 20 restaurantes en ambos lados de la calle. En cambio, en la Isla Floreana, son 42. Y hay que tomar en cuenta que en el lado sur de esta calle, hay una pared de cuatro cuadras del colegio Central Técnico.
En La Jipijapa hay de todo, como en botica
“Lo bueno es que nos conocemos y este es uno de los barrios mejor servidos de la ciudad“, dice Plonski, de 43 años. Lo dice por el servicio de buses, el Trolebús, el Metro, que tiene la parada en la Amazonas y Tomás de Berlanga.
Además, dice, con la abundancia de restaurantes, la vida en La Jipijapa tiene un dinamismo que no se encuentra en todos los barrios de Quito. Le sorprende también la proliferación de locales para arreglo de las uñas y peluquerías.
Es que en La Jipijapa se encuentra de todo. Es un gran centro comercial de una ciudad grande, en el que se podría vivir sin tener que salir de él. “Si necesito carne, voy a la carnicería que hay aquí; si necesito verduras, aquí las tengo. Y con todos nos saludamos de ‘veci'”, añade Plonski. Aunque sí reconoce algo malo: “Por las mañanas y tardes hay demasiado ruido“.
Los buenos recuerdos de La Jipijapa
Ximena León, de 67 años, llegó con la familia a La Jipijapa en 1974. Era un barrio lejano de la ciudad y poco poblado. “Las casas eran de dos pisos, con las verjas bajitas que eran más decorativas. Era un barrio seguro y se veían los jardines”, recuerda.
Cuando le dijeron que la avenida Amazonas pasaba por allí, le pareció algo insólito. La avenida Seis de Diciembre era de dos carriles empedrados. “Era un barrio de jorgas, de jóvenes, de niños que montaban bicicleta, de chicas que salían a pasear por las tardes. Si antes nos conocíamos todo, ahora no. Se ha vuelto un barrio frío“, dice León.
Y si ahora hay buses por doquier, en aquellos años 70 y 80, solo había una línea de bus que llegaba hasta este barrio: Iñaquito-Villaflora, que tenía un cartel en el parabrisas que decía: “Jipijapa“.
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