René Lima trabaja como cuidador de la vía Calacalí – Río Blanco. Él cuenta su testimonio sobre los siniestros de tránsito que ha visto en esta arteria vial.
“Yo estuve presente en el primer accidente que ocurrió en la vía Calacalí-La Independencia, hace 28 años.
Cuando llegué a vivir en Nanegalito, en 1990, recién estaban construyendo esa vía y dos años después la abrieron. No pasaron ni 15 días de la inauguración y el primer camión se fue al barranco. Tenía 27 años, y apenas escuché el estruendo fuimos con mi hermano a ver qué había pasado.
La carretera era lastrada. Un camión con caja de madera perdió pista y se fue al fondo. Iban 12 personas a bordo. Todas murieron.
Eso pasó en el kilómetro 42. De ahí en adelante, al menos cada mes había novedades en ese punto. Por eso le bautizaron como la curva de la muerte. Solo en ese lugar han de haber perdido la vida más de unas 40 personas.
Mi casa queda cerca de ese sitio, a unos 20 metros de la vía. Llegamos aquí porque mi papá compró una propiedad. Los Lima somos dueños de los terrenos que bordean la vía por cerca de 10 kilómetros. A la familia nos pertenecen unas 1 200 hectáreas, de las cuales 600 son turísticas y conforman la reserva El Pahuma.
Es nuestro territorio, por eso desde el principio nos comprometimos con la carretera y su seguridad.
Cuando llegamos, no había celulares ni antenas ni teléfono convencional. Lo que sí había era robo de ganado por lo que los dueños de estas fincas nos organizamos y pusimos un sistema de comunicación a base de radios y, con el apoyo del Concejo Provincial, conformamos la Red de Seguridad del Noroccidente. Así, desde el 2010, alertamos cualquier novedad, no solo choques sino derrumbes, robos o lo que sea.
Cuando veíamos un accidente, lo primero que hacíamos era averiguar la magnitud, si había heridos o fallecidos y dependiendo de eso le avisábamos al grupo de rescate para que pudiera asistir a la emergencia equipado. Eso sí, no hacíamos rescates ni movimiento de heridos ni levantamientos de cadáveres.
Cuando aparecieron los celulares la tarea se facilitó. Ahora cualquier persona puede alertar las emergencias. Solo hay que llamar al ECU911. Pero no vaya a creer que somos improvisados. Con mi padre y mis hermanos hemos recibido capacitaciones por parte de la Red de Seguridad en primeros auxilios, manejo de radios y atención de emergencias.
Aquí, mi trabajo es ser guía nativo de turismo en la reserva de mi familia, y también alertar las novedades que ocurren en esta transitada vía. Por lo segundo nadie me paga. Lo hago por amor a esta tierra.
Hay tres problemas en esta carretera. El primero es el exceso de velocidad, en especial de quienes salen desde Calacalí. Como la vía es de bajada, la gente que no conoce la carretera acelera y pierde el control.
El clima es otro inconveniente. A veces hay neblina y cuando empieza a caer la llovizna la pista se vuelve resbaloso. Además, hay falta de señalética y de control en la vía.
Como esta carretera se abrió entre montañas, hay curvas muy cerradas, en especial en cuatro puntos críticos: en los kilómetros 42, 43, 46 y también pasando Nanegalito antes de llegar a la Armenia. Un problema adicional es que en algunos puntos, luego de un accidente, las barandas se rompieron y no las han reemplazado, por lo que ahora ya no tienen protección.
La última desgracia fue hace un poco más de un mes. Una familia estaba yendo a la playa y pasó la desgracia. Los cinco fallecieron.
Como mi casa queda cerca a la vía siempre escucho los frenazos o golpe de los metales. Incluso he podido ver dos accidentes justo en el momento en el que ocurrieron.
Los choques aquí son fatales porque los barrancos son enormes. Tienen más de 300 metros de profundidad y son casi verticales.
Como nosotros somos de la zona, conocemos la montaña y sabemos cómo ayudarles a los rescatistas a llegar al lugar donde están los carros chocados, y también a encontrar a las víctimas entre la maleza.
En la casa vivimos mi papá Efraín, mis hermanas Marisa y Rut, mi hermano Roberto, su esposa y yo. Todos somos cuidadores de la vía. Además, tenemos certificaciones como inspectores honoríficos del medioambiente, lo que nos habilita a cuidar la reserva y velar por la naturaleza.
Gracias a las capacitaciones en primeros auxilios, hemos incluso podido salvar vidas. Recuerdo que hace años, un señor trailero se fue contra el talud y perdió una mano. Cuando llegamos le vimos que estaba herido y con mi correa le hicimos un torniquete hasta que llegó la ambulancia.
Dijeron los paramédicos que le detuvimos la hemorragia, caso contrario, hubiese muerto desangrado.
También hemos ayudado a sacar a niños de los fierros retorcidos de los carros, a tranquilizar a los sobrevivientes y darles ánimo.
Es una difícil labor. Recuerdo que uno de los momentos más duros fue en un incidente en el km 36 entre un bus San Pedrito y una Trooper. Cuando llegamos, el conductor estaba atrapado y pedía ayuda. Yo le tomé de la mano y le dije que respire, que ya viene la ambulancia. Él estaba desesperado y yo trataba de tranquilizarlo. Le hablaba y me escuchaba. Pero sentí cómo de a poco se desvaneció hasta que me soltó la mano y murió.
Esa noche casi no pude dormir, y al otro día volví a recorrer la vía con la esperanza de que al menos ese día, no hubiese accidentes”.
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Las estadísticas de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT) muestran que de las cuatro vías principales que conectan a Quito con la Costa, la Calacalí -Río Blanco que conduce al noroccidente de Pichincha, es la carretera en la que más personas han fallecido en lo que va del año. La vía es cuidada por la familia Lima. Ellos alertan a las autoridades sobre siniestros de tránsito, derrumbes y otras emergencias.