19 grandes orificios se han formado en los primeros cuatro meses del 2017 en Quito

Trabajos de reparación se realizan en el foramen que se abrió en el barrio Ana María. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO

Aparecen sin advertencia. De un segundo a otro el suelo cede y una gran boca se abre en las calles de la ciudad. Se los conoce como forámenes: ‘cráteres’ de 2 metros, de 4 m o más de profundidad, usualmente en época invernal.
Desde el 2014 hasta el momento la Secretaría de Seguridad ha registrado 28 forámenes en la capital. De ellos, 19 se abrieron en este 2017.
El último se produjo la semana pasada en la calle Manuel María Sánchez, a un lado del Olímpico Atahualpa. Tres semanas antes, una furgoneta cayó en otro foramen en el barrio Ana María, en Cochapamba.
Juan Zapata, secretario de Seguridad del Distrito, explica que hay varias causas que producen ese tipo de huecos. Una de ellas son las edificaciones construidas sobre cavernas que se formaron por la extracción de arena, años atrás. Eso ocurrió, por ejemplo, en Chilibulo y Ana María. Los moradores cuentan que sus padres se dedicaban a esa actividad.
El problema es mayor ante la inexistencia de un registro de dichas minas, aunque Jorge Ordóñez, coordinador de la Dirección de Gestión de Riesgos, advierte que el problema se presenta sobre todo en el occidente de la ciudad.
En las laderas del Pichincha existen capas de ceniza de textura arenosa que la gente llama cascajo. Ese material fue usado para las construcciones de las casas de esos mismos sectores. Es posible, advierte, que esos problemas se repliquen en otras zonas, como Chillogallo, más aún tomando en cuenta que el suelo de Quito es de origen volcánico.
Otras de las causas tienen que ver con la falta de control hace 20 o 30 años, que permitió los asentamientos en zonas no adecuadas. Hay otra razón de peso: construcciones sobre rellenos de quebradas.
Verónica Arias, secretaria de Ambiente, explica que Quito se levanta sobre todo un sistema hídrico que se compone de quebradas, ríos, ciénegas y acuíferos que están bajo la ciudad. Pero el desarrollo ha ido cambiando el entorno natural.
Por todo Quito hay quebradas rellenadas, la mayoría de manera incorrecta, para habilitar áreas verdes, canchas, casas comunales, olvidando que las quebradas son desfogues. Por eso, cuando son bloqueadas y se pone cemento el suelo se satura y el agua se lleva lo que encuentra en su camino.
Se calcula que desde la conquista se han rellenado más de 100 km de quebradas, la mayoría para urbanización y vialidad por el crecimiento de la ciudad, por ejemplo, en las zonas de la 24 de Mayo, Cumandá, La Y y El Trébol.
En Quito están registradas actualmente más de 180 quebradas, de las cuales 147 registran asentamientos. En las 33 restantes hay intervenciones.
Por ejemplo, en la quebrada Habas Corral, en La Pulida, en el norte, la comunidad pedía que se la rellenara, pero se terminó recuperándola y reforestándola. Algo similar ocurrió en la quebrada Ortega.
El colapso de las tuberías es otra de las razones que conllevan a formación de forámenes. Santiago Piedra, profesor de ingeniería de agua de la UDLA, explicó que la unión de los colectores muchas veces no son de buena calidad, lo que sumado a la intensidad de las lluvias hace que el tubo (diseñado para trabajar por gravedad) lo haga bajo presión, por lo que esas uniones se fisuran. El agua llega con sedimentos y año tras año se crea una especie de hueco entre el alcantarillado y la calle hasta llegar el punto en el que la vía se hunde.
Según la Empresa de Agua Potable, estos problemas se dan porque existen colectores antiguos que fueron diseñados para una ciudad con una realidad distinta a la actual, pero debido al crecimiento de la población se han impermeabilizado áreas, lo que sumado a las fuertes lluvias hace que los colectores evacuen el agua lluvia en un tiempo más extenso. Si a eso se suma la presencia de escombros y basura en las alcantarillas, se pueden taponar las redes de alcantarillado.
El Municipio destinará USD 4,5 millones para la ejecución del eje Reparaciones y Mantenimiento del Sistema de Alcantarillado, del Plan Lluvias 2016-2017.
Según Zapata, es imposible advertir la aparición de un foramen. Para hacerlo se tendría que perforar prácticamente toda la ciudad y hacer un estudio de suelo. Pero en las zonas donde se han detectado cavernas (en algunos casos de hasta 2 metros de diámetro) se realiza la estabilización de taludes y se inyecta concreto. El secretario advierte que se debe iniciar un arduo proceso de reubicación para aquellas viviendas en zonas vulnerables.
En Contexto
El COE Metropolitano recomienda a los ciudadanos no construir sobre rellenos ni en zonas de donde, en algún momento, se extrajeron materiales pétreos. Además, pide que se realice un estudio de suelo para garantizar que soporte el peso de la edificación y evitar problemas posteriores, como los forámenes.
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