BiciQuito funciona desde agosto de 2012. Y desde abril de 2016, incluye también bicicletas eléctricas. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
En Quito, a 2 800 metros sobre el nivel del mar y atravesada por cuestas agotadoras, las bicicletas eléctricas ahorran jadeos a muchos usuarios, que pedalean sin esfuerzo en esta ciudad latinoamericana pionera en ofrecerlas en su sistema de transporte público.
“La eléctrica es mucho más fácil. A veces tengo que ir de traje, con ropa más formal, y uno prácticamente no se agita, solo da el impulso a la bicicleta y el motor ya se encarga de lo demás”, comenta a AFP David Álvarez, un empleado del sector privado de 28 años.
Son las 07:00 de la mañana en una congestionada estación de BiciQuito, el servicio de préstamo de bicicletas de la capital ecuatoriana y David acaba de pedir “lo de siempre”: una “bicieléctrica”, que se diferencia de las convencionales por su color naranja y por el motor que sobresale del armazón y que asiste el pedaleo sin reemplazarlo totalmente.
Con 25 estaciones en el centro y norte de la ciudad, donde se concentran bancos, oficinas y universidades, BiciQuito funciona desde agosto de 2012. Y desde abril pasado, incluye también bicicletas eléctricas.
“Muchas zonas están asentadas en las partes altas por lo que el uso de la bicicleta eléctrica reduce el esfuerzo físico, facilitando así el traslado”, explica Daniel Merchán, encargado del área de transporte no motorizado de la Secretaría de Movilidad de la ciudad.
A diario, en el sistema municipal circulan 700 bicicletas estándar y unas 150 eléctricas, de las 300 que compró este año el municipio y que serán incluidas paulatinamente. De los 1 700 desplazamientos que se hacen en este medio de transporte, 700 son en unidades eléctricas.
‘Pionera’
“Quito es una ciudad pionera en Latinoamérica con un sistema público con bicicletas eléctricas”, asegura Merchán, sobre esta urbe de 2,5 millones de habitantes, en la que unos 2 500 usuarios han sido capacitados en el uso de este medio de transporte.
En Europa y Norteamérica hay países que hace tiempo incluyen bicis eléctricas en los sistemas públicos de transporte, con propuestas interesantes en Copenhague -una de las ciudades donde más se usa la bicicleta en el mundo-, Madrid, Nueva York y Montreal.
En Latinoamérica, donde las cada vez más populosas ciudades enfrentan el desafío de garantizar eficiencia y seguridad en el transporte público, al tiempo que buscan disminuir la congestión vehicular, los accidentes y la contaminación del aire, la bicicleta ha pasado a ser una alternativa de creciente aceptación.
“Bogotá, Ciudad de México, Río de Janeiro, Rosario y Santiago, son algunas de las ciudades pioneras en la implementación y fortalecimiento de políticas ciclo-inclusivas con muy buenos resultados”, destacó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un informe de 2015.
Hasta el año pasado, en la región había casi 13 000 bicicletas de préstamo público, de las cuales 4 000 en Ciudad de México, según este reporte.
Sin embargo, el auge de las “bicieléctricas” en los servicios de uso libre es aún limitado. La ciudad argentina de La Plata propuso un circuito en un parque. Medellín intentó incluir motores en sus velocípedos, pero desistió porque exigían mucho mantenimiento.
Más comodidad, menos ejercicio
En Quito, donde pervive el recuerdo de las beatas que resoplaban agotadas al subir la Cuesta del Suspiro, en la actual calle Olmedo en el centro histórico, la bicicleta eléctrica parece ser la solución, aunque no tanto para la salud.
“Por la topografía de la ciudad creo que ha sido un beneficio esto de las bicicletas eléctricas, porque no se pedalea mucho, pero en cambio nos afecta porque no hacemos la misma fuerza ni el ejercicio” que al usar una bici sin motor, comenta Darwin Paez, un técnico en sistemas de 32 años.
Para Omar Andrango, otro usuario de la ciclovía quiteña, las bicicletas eléctricas deben “dirigirse a quien lo necesita en realidad”, como personas de edad avanzada o con limitaciones en su movilidad, en caso contrario son “subutilizadas”.
Combatir la polución también llevó a las autoridades a fomentar el uso de bicicletas eléctricas en Quito, donde anualmente se producen unos 611 millones de desplazamientos en vehículos.
En Santiago de Chile, donde actualmente circulan unas 2 100 bicicletas públicas, el uso de este medio contribuyó a reducir las emisiones de carbono en casi 500 toneladas entre 2008 y 2011.