¿Quito sabe hacia dónde camina? No hay una forma de definir cuál es el modelo o plan desde donde se aborda la movilidad, el manejo de su espacio público o la gestión de sus recursos. Los últimos tres años la capital vivió momentos de tensión, pero la sensación de abandono y falta de liderazgo debe indagarse más atrás aún.
Paco Moncayo fue el último alcalde que logró ser reelegido. De esa administración aún se habla sobre la intervención en el Centro Histórico, sobre todo en lo que se refiere al comercio informal, y también del saneamiento de ríos.
Después de ese mandato, el correísmo tomó las riendas de la capital con Augusto Barrera a la cabeza. No logró reelegirse, pero en esa administración se discutieron temas importantes como las nuevas centralidades, se inauguró el aeropuerto y se abrió un nuevo parque Metropolitano. En la movilidad, se definió la construcción del Metro.
El analista político Santiago Basabe identifica en ese periodo el último intento de concretar una idea de ciudad. Pero su realización terminó opacada por el peso de la figura del Ejecutivo. En ese entonces, Rafael Correa gobernaba y, en términos del académico Fernando Carrión, la capital perdió autonomía.
Mauricio Rodas se postuló a la Alcaldía después de candidatizarse a la Presidencia. Fue su primer cargo por elección popular. Y en el Concejo Metropolitano tuvo una fuerte oposición del bloque de Alianza País.
Entre sus ofrecimientos estuvo, por ejemplo, la construcción de los Quito Cables pero no se concretó. En su gestión se consolidó la construcción del Metro. Después llegó Jorge Yunda, tras una elección con 18 candidatos. El resultado de esos comicios fue un alcalde con el 21% de apoyo.
En democracia, las elecciones se pueden ganar con un voto de diferencia. Pero como lo señala Carrión, el porcentaje con el que Yunda llegó a ser alcalde no abonó a su legitimidad. Añade que tuvo solamente tres concejales de su movimiento en el Concejo y esa fue una de las razones que incidió en su salida. Así, Santiago Guarderas, al iniciar su mandato, presentó un nuevo plan con cuatro ejes. Este Diario envió un cuestionario la Alcalde, pero no fue contestado hasta el cierre de esta edición.
Crisis de representación
Si se busca un ejemplo para extrapolar la situación del liderazgo en Quito, ese es el Metro. Fue una obra pensada hace 12 años y que todavía no logra concretarse. Han pasado ya cuatro alcaldes y tres Concejos Metropolitanos. Cada uno ha intentado enfrentar al monstruo rehaciendo todo.
Antes del cambio de siglo, la alcaldía de Rodrigo Paz fue la última que respondía a esa alternancia y disputa entre la Democracia Popular y la Izquierda Democrática. Aunque Moncayo fue parte de la ID, el panorama comenzó a cambiar con la llegada de más movimientos.
Un punto de quiebre, apunta Carrión, fue la aparición del Gobierno de Correa. Eso cambió el panorama ideológico y dividió a la ciudad en correísmo y anticorreísmo.
Entonces, cada cuatro años, el nuevo Alcalde inauguró un nuevo proyecto de ciudad.
Para Basabe, el problema es que no hay ideas para solucionar los problemas. No las hay porque para ejecutarlas pesa la ideología.
Dice que todos conocen los problemas fundamentales, pero lo que genera una distinción entre candidatos o lideres es cómo solucionarlos. No es la misma solución la que planteará la derecha frente al comercio informal frente a la que querrá ensayar la izquierda.
No es solo el tema de un alcalde. El Concejo Metropolitano es un espacio clave. Barrera fue el último en tener a ese cuerpo colegiado a su favor. La gobernanza se facilita o se dificulta dependiendo de su unidad o polarización.
El sentir ciudadano
La iniciativa Quito cómo Vamos ha indagado con cifras sobre lo que pasa en la ciudad. Según Daniela Chacón, parte de ese colectivo, cerca del 70% de la población no confía en el Municipio como entidad para solucionar problemas.
Cifras de la Encuesta de Percepción, divulgadas por la misma iniciativa, muestran que el 49% se siente insatisfecho de Quito como una ciudad para vivir.
En este escenario, y ante las nuevas elecciones con 12 precandidatos, el peligro es el mismo: una población que debe ir a votar por lo que le toque o pueda, frente a propuestas que nuevamente plantearán reinventarlo todo.
Sectores sociales sienten abandono
Desde la máxima organización de representación ciudadana, la Asamblea de Quito, Juan Carlos Rojas señala que la inestabilidad política y administrativa afecta al quiteño común.
“La credibilidad de la ciudadanía (en las autoridades) es grave, por la división de poderes”, dice Rojas. Para él hay una desorganización del Cabildo que deviene en una falta de interés para resolver los problemas de la ciudad.
En eso concuerda Virginia Gómez, militante de colectivos feministas, quien añade a la problemática la falta de políticas públicas para luchar contra la violencia de género. Aunque reconoce que hay campañas disuasivas, señala que no es suficiente para acabar con el mal que acecha, sobre todo, a los grupos vulnerables.
Para los analistas consultados por este Diario, la falta de un horizonte en la planificación también afecta a la promoción de la cultura popular y a los espacios para todos los grupos etarios. Consideran que urge la masificación de actividades que promuevan la recuperación de la identidad quiteña.
Ese trabajo lo hace Melanye Rodríguez, con el colectivo Minka, que realiza actividades de aprendizaje social, cultural y de ocio. Son un centenar de voluntarios que autogestionan los fondos para llevar sus servicios a la comunidad. Ahora no han tenido apertura del Municipio para sostener el proyecto. Lo que sí reconoce es la colaboración eventual de ciertas secretarías en eventos específicos que han organizado.
Rojas, de la Asamblea de Quito, dice que el desinterés de la gente por la inestabilidad política se nota en el mejoramiento de la urbe desde una perspectiva de participación ciudadana. “La gente ya no participa ni en las mingas”, cuenta. Para él, ese mal se agudiza en la comunidad por la falta de interacción con las autoridades.
El comercio demanda espacio
Las proyecciones estadísticas apuntan a que Quito es la segunda ciudad más habitada. Y esta realidad es un desafío para el único Distrito Metropolitano del país.
En una ciudad de más de dos millones de habitantes, por cada 100 personas al menos cuatro no tienen trabajo y otras 10 ganan menos del sueldo básico. Estos son síntomas de un mercado laboral precarizado, en el cual el trabajador se mueve entre la informalidad, el sector privado y los puestos burocráticos.
Frente a esto, para Carlos Loaiza, presidente de la Cámara de Comercio de Quito, en el eje de planificación urbana se deben tomar en cuenta propuestas que sintonicen con el sector productivo local.
En las propuestas de Gobierno con los que llegaron tanto Rodas como Yunda se vislumbra a un Quito que se proyecta como una ciudad estratégica para el comercio regional. Pero en la práctica, en los barrios no hay esa percepción de crecimiento económico.
Johanna Donoso trabaja en el fortalecimiento productivo de emprendedores. Para ella, los traspiés políticos en los Concejos de los últimos gobiernos se sienten en cosas como la falta de identificación de barrios prioritarios para las inversiones privadas.
“Hay sectores como Carapungo, que son una ciudad ajena al resto, con un eje comercial que no responde a conceptos como sostenibilidad, pero sí al fomento productivo hiperlocal”, dice Donoso.