Atrás quedaron los tiempos cuando, en Quito, para protegerse contra los ladrones bastaba con colocar vidrios rotos en las tapias de las casas. Desde hace algún tiempo, agravados los índices de inseguridad, muchos quiteños han optado como estrategia levantar muros o agrandarlos, entre otros métodos. Uno de ellos, el de la Unidad Educativa Municipal Sebastián de Benalcázar, ha sido tema de conversión en la ciudad, tanto a favor como en contra.
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El encierro, la estrategia contra la inseguridad en Quito
Cuando comenzó a arreciar la inseguridad y cuando la palabra vacuna se convirtió en el sinónimo de extorsión, en varios barrios de Quito comenzaron a plantearse que había que asumir como propia la lucha contra la inseguridad. Y una de las ideas más difundidas fue que el encierro era la mejor forma de protegerse.
La decisión de levantar un muro, según el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, en la Unidad Educativa Municipal Sebastián de Benalcázar, fue por razones de seguridad. De tener vallas metálicas, a través de los cuales se podía ver al plantel, sus canchas de fútbol y a los jóvenes haciendo deporte o en la algarabía propia de los recreos, ahora hay un inmenso muro.
El muro, que tuvo un costo algo más de 280 000 dólares, ha levantado polémica en la comunidad y entre los quiteños. El argumento a favor es que protege a los estudiantes de las personas de afuera, muchos de los cuales, según contaban algunos padres de familia consultados por EL COMERCIO, ofrecían droga a los estudiantes.
En cambio, los que están en contra dicen que un muro no es la solución para la inseguridad de quienes están adentro ni para los que están afuera. Para colmo, tiene un impacto urbanístico negativo. La visión de los que por allí pasan se detiene ante un muro blanco, cuyo único atributo es tener unos ángulos en el diseño, un poco de metal y jardineras estrechas con plantas, que están ya secas.
Padres de familia, a favor del muro
Sandy Yamberla retiraba a su pequeña hija de la primaria. Para ella, la idea de haber levantado el muro en el colegio Benalcázar de Quito es una solución óptima para cuidar a los estudiantes. “Los papás nos sentimos más seguros”, dice. Añade que cuando estaba la valla “pasaban personas que no eran adecuadas para nuestros hijos. Se podía ver todo: su día a día, sus actividades físicas, cualquier cosa. Incluso el área de los niños también estaba expuesta, y se veía claramente cómo jugaban”.
También a favor está Édison Araus, que tiene a sus dos hijos, uno en el turno de la mañana y otro en el de la tarde. Sin embargo, dice que extraña algo: cuando llegaba al colegio y veía a través de la valla a sus hijos y les decía “ya vamos. Ahora eso no se puede”. Reconoce que es una ayuda para la seguridad, pero sí habría querido que el muro tenga un mejor diseño.
El Benalcázar y la zona de intensidad comercial
La Unidad Educativa Municipal Sebastián de Benalcázar se fundó en 1951. Fue una respuesta a los padres de familia de los estudiantes de la Escuela Eugenio Espejo que querían que sus hijos tuvieran una educación secundaria municipal continua y de calidad.
Ahora es una unidad educativa con los diferentes niveles de educación. El plantel está ubicado en el centro financiero y comercial del norte de Quito. Está entre las calles Irlanda, en donde se encuentra la entrada principal, la avenida 6 de Diciembre, la avenida Portugal y la avenida República de El Salvador.
Un muro ciego no protege de la inseguridad
El profesor investigador de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central, Diego Hurtado, sostiene que entiende a los padres de familia de la Unidad Educativa Sebastián de Benalcázar. Necesitan que sus hijos estén cuidados de las amenazas de personas ajenas al colegio. Pero también entiende que los muros ciegos implican una inseguridad para los que están afuera.
Hurtado se muestra escéptico de lo que dijo el Alcalde bajo la idea de la seguridad. Hay una tendencia en algunos barrios de Quito que buscan cerrar calles y levantar muros, aunque sus casas no se construyeron en urbanizaciones privadas. Y eso rompe o interrumpe cualquier tejido social.
“Si el Municipio te construye algo así en sus terrenos, prácticamente te está diciendo: “Hágalo”. Porque es la única forma que ellos ven para garantizar seguridad”, dice.
Sin embargo, no quiere quejarse y no dar soluciones que, desde la Academia, han planteado. “Hay otras maneras. Nosotros, desde la academia y desde investigaciones, tenemos datos y ejemplos de otros lugares en el mundo que muestran cómo evitar este tipo de cerramientos”.
La solución está en trabajar con la comunidad, los estudiantes, los padres y los vecinos. Si llegaba droga al colegio, también llegaba al resto del sector. Por eso considera importante generar espacios donde haya una vigilancia natural.
“Se podía habilitar locales y alquilarlos. Ahí se vigila y se controla a quienes los ocupan. Y ese control puede ser realizado por los padres de familia, los profesores, el Municipio e incluso el barrio. Si generas un espacio donde cada local tiene un dueño y una actividad supervisada, es más fácil controlar lo que ocurre que ahora o antes, cuando estaba todo desordenado”, dice Hurtado.
EL COMERCIO quiso hablar con la rectora de la Unidad Educativa Sebastián de Benalcázar, pero recién se ofreció atender a este Medio en la mañana de este viernes, 7 de febrero del 2025.
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