4 096 personas hacen de las calles su casa según datos del Municipio de Quito

El Centro Hogar de Vida, en Conocoto, atiende a adultos mayores en situación de calle. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.

El Centro Hogar de Vida, en Conocoto, atiende a adultos mayores en situación de calle. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.

El frío del martes pasado fue tan fuerte que aún dentro de una cama, en una casa, los huesos se quejaban y pedían más abrigo.

Esa noche, Alfonso no pudo dormir. Ignoraba que la temperatura bordeó los 9°C, pero supo que los periódicos y cartones con los que se cobija, arrumado frente a un local junto al obelisco de Cotocollao, no hicieron que dejara de temblar. Con hambre, lluvia, frío y dolor, dormir era imposible.

Para quien vive en la calle, el invierno es un adversario poderoso. En lo que va del año, hasta la morgue han llegado cuatro cuerpos de personas no identificadas que por su apariencia se presume que eran mendigos. Se acostaron y no despertaron. Ninguno registró huellas de violencia.

El problema de la mendicidad es como una bola de nieve que crece en época de crisis. Así es como María Fernanda Pacheco, presidenta del Patronato San José, explica el aumento de personas en situación de calle los últimos años.

Hasta el 2016, se tenía un registro de 2 781 personas en estado de mendicidad. Pero hoy el Patronato, gracias al trabajo realizado con 11 brigadas, ha identificado a 4 096. La cifra aumentó por la crisis económica y por la migración de cubanos, venezolanos y colombianos, explica Pacheco. Incluso, aunque levemente, por el terremoto del 2016.

Alfonso es un hombre de historias. Cuenta que era albañil, casado, con cinco hijos, que vivía en La Loma, que se volvió alcohólico a los 30 años, que vendió lo poco que tenía para comprar licor, que pegaba a su mujer y que terminó abandonando todo para dedicarse a la bebida. Acaba de cumplir 59 años, sin pastel ni abrazos.

Confiesa que sabe de los centros que brindan ayuda a personas como él, pero no quiere entrar. Pese a la lluvia, se niega a dejar el vicio y lo que él llama libertad. Ese es, para Pacheco, el principal problema al abordar a personas en mendicidad: se niegan a dejar las drogas, y la Ley prohíbe obligarlos.

El Patronato tiene cinco centros que acogen a niños, jóvenes y adultos mayores, donde se brinda además de alimento y posada, ayuda y apoyo para su reinserción social. En el momento, acogen a 579 personas, la mayoría ancianos solos.

Pacheco admite que la situación de abandono de los abuelitos es alarmante. Llegan de otras provincias y no tienen más opción que las calles.

Según el Municipio, cerca del 70% de las personas de la tercera edad que viven en esa situación, tiene discapacidad física o mental.

La mendicidad genera una guerra silenciosa en la ciudad. Diego Cóndor, especialista en cultura, explica que se da una lucha entre la sociedad que quiere ocultarlos y ellos, que aparecen en los lugares más visitados para que los visibilicen.

En el día se los ve en lugares y vías concurridas, pidiendo caridad. Cuando cae la noche, comienzan a apropiarse de los alrededores de El Ejido, La Alameda, el Itchimbía, el parque Julio Andrade, el Panecillo o en tramos del río Machángara.

El Centro es una de las zonas preferidas por los sin techo. En su mayoría son personas con problemas psiquiátricos que antes iban al Hospital San Lázaro, pero desde que lo cerraron deambulan por esa zona.

El Patronato hizo un estudio en La Mariscal y halló 2 045 personas en situación de calle, de las cuales el 52% era de provincia. Alfonso no siempre está en Cotocollao. Cuando hay feria va a San Roque y cuando llueve, a San Diego. Allí, desde hace 30 años, el Albergue San Juan de Dios da atención a quienes viven en la calle. Por USD 0,50 sirve de hogar de paso para que la gente se alimente y duerma. Cada día recibe a unas 300 personas.

Diana Tupisa, administradora, cuenta que hay más hombres, el 60% adultos mayores. Dos razones los mantienen en la mendicidad: discapacidad o algún tipo de adicción.

El alimento y la posada hacen que la población que vive en las calles sea flotante . La lluvia agrava su situación. Las personas en mendicidad suelen habitar en casas abandonadas y cuando llueve son los más vulnerables . En invierno, el Patronato coordina con el COE-M para que cuando se los identifique, se los lleve a centros de acogimiento.

Por su lado, el Ministerio de Inclusión Económica y Social
lleva a cabo la campaña Da Dignidad, para erradicar la mendicidad. Guido Mosquera, subsecretario de Protección Especial, asegura que en el 2016 se abordó y trabajó con 983 personas en situación de mendicidad, de ellas 128 se encontraban en Quito. Para el presente año cuenta con USD 771 382 para atacar el problema a escala nacional.

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