Sospechosos drogaron a unos perros para robar un veh…
Balacera en el suburbio de Guayaquil deja tres perso…
Tribunal de Japón declara inconstitucional prohibir …
Torturan a un adolescente para que forme parte de un…
PSC finalmente da el sí a Diana Jácome
Ecuador y Costa Rica exploran negocios, mientras se …
Jorge García, fundador de Sumesa, falleció a los 86 años
Vehículo colisionó contra una vaca en la Ruta Viva

En Llano Chico, en el norte de Quito, hay restos de hace 2 300 años

Gabriela López y Sthefano Serrano son los arqueólogos que lideraron la intervención en Llano Chico, norte. Foto: EL COMERCIO

Gabriela López y Sthefano Serrano son los arqueólogos que lideraron la intervención en Llano Chico, norte. Foto: EL COMERCIO

Gabriela López y Sthefano Serrano son los arqueólogos que lideraron la intervención en Llano Chico, norte. Foto: EL COMERCIO

Se encontraron platos, vasijas, ollas, armas, restos de animales, huesos humanos e incluso pequeñas cuevas que hace 3 000 años hacían las veces de casas. Todo enterrado bajo la calle principal del barrio La Dolorosa, en Llano Chico.

El hallazgo arqueológico -ocurrido mientras se construía el sistema de alcantarillado del barrio- despertó el interés de investigadores y desesperación en los vecinos, ya que debido a la presencia de esas piezas la obra se suspendió. Las tuberías debían extenderse por 800 metros, pero solo avanzaron 80 m.

En La Dolorosa, las calles son de tierra y las casas están rodeadas por grandes terrenos usados en su mayoría para el cultivo. Como no cuentan con alcantarillado, las familias tienen pozos sépticos. Las aguas utilizadas de la ducha, de los lavabos y de la lavandería, usualmente se destinan para regar los sembríos o para tratar de asentar el polvo que en verano se levanta como una cortina.

Los moradores cuentan que algunos vecinos no pueden vaciar los pozos, y cuando eso ocurre, las aguas negras van a parar a la calle. Magdalena Salazar debió pagar USD 350 para limpiar el suyo.

La tarde del miércoles pasado, un delgado riachuelo empezó a abrirse paso por la vía. Las moscas y el mal olor no tardaron en llegar. Los vecinos se quejan porque la peste a veces se pega en la ropa recién lavada que se tiene en los patios y porque atrae a las ratas.

Manuel Álvaro, de 75 años, nació en el barrio Jesús del Gran Poder, frente a La Dolorosa, y cuenta que también iba a beneficiarse con la obra. Recuerda que en el 2006 pasó algo similar en el barrio Santa Ana y la obra se interrumpió por tres años.

Luis Pulupa, presidente del gobierno parroquial de Llano Chico, reconoce que los vestigios abundan en su parroquia, al igual que en Cocotog y Zámbiza. Pide que se rescaten las piezas pero se culmine la obra (que les tomó tres años gestionar), porque es insalubre tener que vivir en esas condiciones.

Lanza propuestas: retomar la obra, abrir mesas de diálogos, “hacer minga y construir nosotros mismos”, lo interrumpe Verónica Pazmiño, de 39 años, otra de las vecinas. Está cansada de vivir así.

En esta zona, las calles son de tierra y no pueden ser adoquinadas, explica Pulupa, porque antes debe colocarse el alcantarillado. Por esas vías polvorientas, que en invierno se vuelven lodosas, deben caminar los niños que salen a las escuelas Jacinto Collahuaso, 24 de Mayo y Abelardo Moncayo. Para llegar a la parada de buses se debe caminar unas cuatro cuadras. “No es nuestra culpa que hayan encontrado esas ollas, por favor, terminen la obra”, implora Pazmiño.

Una parte de las piezas sobre las que habla la mujer está en el laboratorio de Gabriela López, arqueóloga que participó en la recuperación. Cuenta que se extrajeron cerca de 10 000 piezas, tomando en cuenta piedras y pedazos incompletos. La mayoría tiene una antigüedad de 2 300 años.

Los cuencos, recipientes trípodes y ollas que sirvieron para cocinar reposan hoy en el laboratorio de los arqueólogos, quienes con cuidado los analizan y etiquetan.

Los especialistas llegaron al lugar, analizaron las laderas y con extremo cuidado, usando incluso brochas, sacaron los restos. Se trata de piezas que tienen influencia de la Costa.

También se hallaron dos tumbas. Los huesos no se han conservado pero se puede ver algo de la dentadura y huesos pequeños, que podrían ser de las costillas. Aún hace falta lavarlos, ponerles códigos y analizar cada pieza, esto tomará por lo menos dos meses.

María Fernanda Carrión, directora de Control Técnico de Patrimonio Cultural del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), explica que cuando hay este tipo de hallazgos, se debe comunicar al INPC para que dé la autorización de intervenir.

Los arqueólogos, luego de analizar las piezas, deben presentar un informe final en el que detallen el resultado de la investigación; posteriormente, las piezas serán ingresadas a la reserva técnica de bienes culturales.

José Burbano, subgerente de Construcciones de Agua de Quito, asegura que el proyecto contemplaba alcantarillado para los barrios Alvaropamba y La Dolorosa. Las obras en el primer barrio culminaron, pero el hallazgo arqueológico causó inconvenientes.

El contrato de este barrio requería una inversión de USD 50 000. Pero al hallar las piezas, fue necesario implementar un presupuesto para su recuperación, lo que costaría cerca de USD 60 000. Burbano explica que fue necesario terminar el contrato anterior, ya que no existe financiamiento. Ahora, se está buscando la manera de solventarlo.