Una veintena de halcones y águilas trabajan en el aeropuerto Mariscal Sucre

Las aves ayudan a evitar que otras especies se accidenten contra aviones. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

Su plumaje brillante y su afinada vista los caracteriza. Se trata de una veintena de halcones y águilas, especies de aves rapaces, que viven y trabajan en el aeropuerto Mariscal Sucre de Quito.

Su labor consiste en mantener a otras especies en un perímetro seguro. Es decir, lejos de la zona de despegue de los aviones.

Para su entrenamiento se utilizan técnicas de ceretría. Habitualmente consiste en cazar con aves rapaces a otras especies. Pero para el control en aeropuertos solo se las utiliza para ahuyentarlas.

Las aves son entrenadas desde un mes y medio hasta cuatro meses. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.
Las aves son entrenadas desde un mes y medio hasta cuatro meses. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

En el aeropuerto Mariscal Sucre el personal utiliza varias técnicas para prevenir accidentes con animales del sector. De acuerdo con Luis Gallárraga, gerente de comunicación de Quiport, en lo que va del año se han registrado ocho incidentes con aves.

“Es un número bajo en el promedio de la región y el mundo”, aclara. Todo gracias a las aves que trabajan en horarios rotativos al igual que sus cuidadores.

Por la presencia de los halcones y águilas, las otras aves evitan volar cerca de la zona. De esa manera se puede conservar los ecosistemas de mejor manera.

Los problemas que pueden ocasionar van desde daños a los sistemas o antenas hasta las turbinas de las aeronaves. Lo más habitual es que lo animales mueran al estrellarse con el vehículo.

También favorece a la migración de aves que viajan desde Alaska y Canadá hacia el sur. Así lo explica Ruth Muñiz, directora del equipo de Gestión de Fauna, que destaca la diversidad de la zona.

Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.
Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

Incluso hay mamíferos como lobos de páramo, puerco espín y conejos para cuyo control trabajan canes entrenados. También se aplican técnicas como la pirotecnia para que estas se mantengan lejos de la zona de riesgo.

Según Muñiz, las aves que habitan las inmediaciones de la terminal aeroportuaria constituyen alrededor de 136 especies, generalmente, pequeñas. Es por eso que son las más afectadas al siniestrarse con un avión.

Canes cuidan la fauna terrestre en la zona del aeropuerto. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.
Canes cuidan la fauna terrestre en la zona del aeropuerto. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

La técnica consiste en cubrir la cabeza de las aves con una especie de caperuza para reducir la visión y permanecer en calma. En las plumas se les coloca un dispositivo para ubicarlas en caso de que vuelen más lejos del perímetro.

Los polluelos pueden tener un entrenamiento de un mes y medio. Las más grandes pueden tardar hasta cuatro meses en estar listas para trabajar.

Los ejemplares vienen desde un criadero especial o son remitidas desde el ministerio de Ambiente. En el centro se las cuida y rehabilita en caso de lesiones. Las que no ya no pueden volar son enviadas a otro espacio para su reposo y cuidado.

En el aeropuerto funciona el primer centro de rehabilitación y entrenamiento de aves rapaces del país. La corporación que maneja el lugar constituyó el centro en 2013, cuando cambió sus instalaciones a la zona de Tababela.


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