Centros de tolerancia a prueba; bares aún en lista de espera

El Café Rojo, en el norte de Quito, es uno de los locales que forman parte de esta fase. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.

El Café Rojo, en el norte de Quito, es uno de los locales que forman parte de esta fase. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.

El Café Rojo, en el norte de Quito, es uno de los locales que forman parte de esta fase. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.

En el ingreso, un hombre vestido de terno y con mascarilla recibe al cliente. Le pide que tome gel y examina su temperatura. Así se controla la entrada al club nocturno Café Rojo.

Desde el jueves pasado, 28 centros de tolerancia reabrieron sus puertas y son parte de un plan piloto que se extenderá durante 15 días.

La suspensión de cinco actividades económicas en Quito, tras el fin del estado de excepción (13 de septiembre del 2020) por el covid-19, cumplió ya dos meses y 10 días.

En este tiempo, los gimnasios reabrieron y los centros de tolerancia accedieron a un plan piloto. Sin embargo, para los bares, discotecas y centros de entretenimiento nocturno como los karaokes, el futuro todavía es incierto.

Los primeros en presentar y aprobar un piloto fueron los centros de entrenamiento. Tras la evaluación, la Secretaría de Salud recomendó el levantamiento de la suspensión.

Ahora, en el mismo proceso están los clubes nocturnos o centros de tolerancia. Los dueños de los locales y las trabajadoras sexuales acordaron con el Municipio los protocolos para la reapertura. Daniel Rodríguez, director del Subsistema de Salud del Cabildo, indicó que se trabajó desde hace un mes.

Hay dos protocolos. Uno es para la operación del local. Incluye la prohibición de la venta de alcohol, restringir las pistas de baile y que el cliente esté únicamente durante una hora.

De la verificación del cumplimiento de la bioseguridad se encargará la Agencia Metropolitana de Control (AMC).

El otro protocolo es para el trabajo sexual. Rodríguez explicó que esto tiene más que ver con recomendaciones, ya que no se puede ejercer un control directo. Por ejemplo, se sugiere el uso de mascarilla y evitar contactos cara a cara.

Lourdes Torres, dirigente de la Asociación Pro Defensa de la Mujer, que vela por los derechos de las trabajadoras sexuales describió así la situación: “Una persona llega. Mira a la chica. Obtiene el servicio y luego debe retirarse”.

Según Torres, en el plan piloto se estima que trabajen entre 500 y 600 mujeres. Todo dependerá de la capacidad con la que cuente cada local.

El piloto se realizará hasta el próximo 3 de diciembre. Al final de la evaluación, tanto la Secretaría de Salud como la AMC se reunirán para valorar los hallazgos durante este período. Con base en eso emitirán un informe en el que se recomiende o no el levantamiento de la suspensión.

Pero, ¿qué pasará con los bares, discotecas y centros de entretenimiento nocturno?

Los planes para su apertura se aplazaron. Rodríguez comentó que desde hace un mes se venía trabajando con representantes de esos negocios para evaluar su reapertura.

Sin embargo, las disposiciones sobre la no realización de eventos públicos, el control de aforos y evitar aglomeraciones por las fiestas de diciembre frenó las conversaciones.

Nelson Calle tiene un bar en el sector de La Mariscal. Desde hace tres meses dice que cambió su licencia de funcionamiento (LUAE), para operar como restaurante. Fue la manera que encontró para que su negocio sobreviva.

Ahora, aunque aún ofrece cerveza artesanal, su local se centra en la gastronomía.

Calle espera atender nuevamente como un bar. Considera que es un tipo de negocio en el que se puede controlar horarios, la cantidad de licor que se expende y el cumplimiento del distanciamiento. A su criterio, era más factible un plan piloto con ese sector económico que con los centros de tolerancia.

Un viernes por la noche, antes de la pandemia, al negocio de Calle llegaban unas 120 personas. Hoy, con la disposición del 50% de aforo recibe, en el mejor día, a 50 personas.

Para la Secretaría de Salud, la actividad en bares, discotecas y karaokes son de alto riesgo. Esto porque se desarrollan en un espacio cerrado y con la imposibilidad de guardar el distanciamiento.

Por esas razones, incluso actividades como el desplazamiento en chivas por fiestas de Quito está restringido. Según Rodríguez, el riesgo de contagio en una chiva con cercanía, aglomeración, sin mascarilla y cantando es mucho mayor y puede comprometer a más personas, en comparación con una prestación sexual.

Esta semana, la AMC anunció que reforzará los controles en los centros de tolerancia y el cumplimiento de las normas. De los informes que se emitan dependerá que el resto de este tipo de negocios pueda reabrir definitivamente en Quito, en medio de la pandemia.

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