Laderas de San Francisco se caracteriza por terrenos con poca vegetación, mucho polvo y falta de servicios básicos. Foto: Diego Pallero / El Comercio
Entre las laderas, zonas planas y quebradas se levantan alrededor de 1 269 barrios registrados en el Distrito. Al menos 92 de ellos mantienen el riesgo de ser escenarios de deslaves y 53, de inundaciones.
La ciudad, de estructura alargada, fue creciendo hacia las faldas del Pichincha y otras elevaciones que la acunan. Y esa geografía se convierte en un factor de riesgo en épocas de lluvias. Aunque por ahora estas son esporádicas, ya han dejado sentir sus primeros daños.
Con los primeros chubascos en la etapa de transición, se han atendido emergencias por inundaciones y deslizamientos en Conocoto, Tumbaco, Obrero Independiente, Calderón, La Magdalena y Carcelén, según los organismos de socorro del Municipio.
Uno de los barrios considerados en alto riesgo de deslizamientos es Laderas de San Francisco, ubicado en la parroquia de Calderón. Para llegar a este sector es necesario pasar de una larga calle pavimentada a otra adoquinada que poco a poco se convierte en una vía llena de polvo y piedras, con algo de hierba a modo de vereda.
Nora Córdova instaló hace un año una tienda en la calle Gaspar de Villarroel. Cuenta que los vecinos de Laderas de San Francisco han trabajado con brigadas de Gestión de Riesgos del Cabildo y que hacen mesas de trabajo continuas para estar preparados ante cualquier emergencia.
Este barrio colinda con Terrazas de Bellavista y ambos están justo arriba del barrio San Francisco. Están levantados sobre una polvorienta ladera que tiene en su vecindario canteras de arena y piedra. En esa zona llueve poco, pero con un solo aguacero fuerte, se pueden sentir algunos daños.
Una granizada -muy rara en el sector- se registró en mayo pasado y dañó las plantas que con esfuerzo levantaron los vecinos. Según César Caicedo, quien se dedica a la construcción y vive allí desde hace 16 años, también hubo algunos inconvenientes en las vías de tierra de este sector.
Pero esos problemas fueron leves, dice Caicedo, en comparación con lo que ocurría años atrás. Ahora las condiciones del terreno han mejorado, dice, porque el personal municipal organiza mingas que han servido para canalizar el agua por las acequias y así evitar que baje de forma desordenada y afecte el terreno. Sin ellas, las rústicas gradas armadas con la misma tierra y cercadas por tiras de madera solían destruirse y dificultar el paso de los vecinos.
Mercedes Preciado ha participado en las mingas y cuenta que también limpian las cunetas para que, en caso de que llueva, el agua fluya y no arrastre consigo la tierra floja y las piedras que abundan en la zona. Ella está acostumbrada a vivir en este barrio y no siente miedo.
En Laderas de San Francisco hay necesidades. Una buseta de Trans Sirena Express ofrece transporte desde estos barrios hacia Calderón y Marianas, pero si no tienen mucho tiempo para esperar, los vecinos caminan hasta llegar a la calle Giovanni Calles, en donde hay más opciones para salir.
Por las noches, cuenta Rosa Salazar, deben tomar taxis para llegar. El problema en el barrio, además de su vulnerabilidad por lo frágil de sus laderas, es la carencia de infraestructura y servicios básicos.
En los bordes de la ladera se observan cables tejidos con conexiones a las casas que durante el día están, en su mayoría, solitarias. Salazar cuenta que la gente se ingenia para conseguir energía eléctrica mediante conexiones entre las casas y las de algunos postes y medidores que encuentran cerca. Es la única manera de tener el servicio para ella y su esposo, puesto que su presupuesto no les permite alquilar una vivienda en mejores condiciones. Hace poco debieron dejar otra casa que rentaban en el Comité del Pueblo.
Ellos vieron cómo unos vecinos fueron evacuados de sus viviendas en la temporada lluviosa pasada, debido a los daños que dejó el invierno.
Pero en Terrazas de Bellavista ella se siente contenta. Para Salazar es mejor vivir entre gente humilde y sencilla y disfrutar de la vista mientras está en casa. Ayer, lavaba ropa en una piedra cuyo desagüe se conectaba con un tubo que botaba el agua hacia la cuneta.
Caicedo dice que está en planes la colocación de tubos para canalizar las aguas servidas. Mientras eso ocurre, continúan con los cubos sépticos para los baños. Algunos tienen conexiones hacia la quebrada. Otras instalaciones precarias desvían el agua de la ducha y de la ropa lavada a los terrenos.
Por ahora, el clima no alarma a los vecinos. Sin embargo, esta es una de las zonas del Distrito consideradas vulnerables.
Este mes se activaron dos de las nueve mesas de respuesta por amenazas de desastres que hay en Quito, según la Secretaría de Seguridad. A raíz de las primeras lluvias, 3 900 funcionarios municipales y de logística entraron en alerta ante posibles eventos que podrían ocurrir por las lluvias previstas para este mes.