Los comerciantes del Comité del Pueblo volvieron a las calles de la Capital

Mientras la avenida Jorge Garcés luce abarrotada de vendedores informales que se disputan clientes con los dueños y arrendatarios de los locales comerciales, el mercado y centro comercial del Comité del Pueblo, norte de Quito, funciona con muchos puestos

Mientras la avenida Jorge Garcés luce abarrotada de vendedores informales que se disputan clientes con los dueños y arrendatarios de los locales comerciales, el mercado y centro comercial del Comité del Pueblo, norte de Quito, funciona con muchos puestos

Mientras la avenida Jorge Garcés luce abarrotada de vendedores informales que se disputan clientes con los dueños y arrendatarios de los locales comerciales, el mercado y centro comercial del Comité del Pueblo, norte de Quito, funciona con muchos puestos de comercio vacíos este 16 enero del 2021. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

La concentración de la actividad comercial en un sector del Comité del Pueblo, en el norte de Quito, genera aglomeraciones y problemas de seguridad, según vecinos y comerciantes de esta parroquia.

Mientras la avenida Jorge Garcés luce abarrotada de vendedores informales que se disputan clientes con los dueños y arrendatarios de los locales comerciales, el mercado y centro comercial del Comité del Pueblo funciona con muchos puestos de comercio vacíos.

Desde hace unos cinco años, Ana Chérrez dejó de vender en las calles para ocupar un local en el Centro Comercial Comité del Pueblo. La mujer que atiende un local de ropa en la planta baja, explica que de los aproximadamente 360 comerciantes que se reubicaron en este centro actualmente solo trabajan unos 80. “La mayoría volvió a las calles porque aquí no se vende”, asegura.

Para Juan Guachamín, que tiene un local de música y películas, los clientes no llegan por la mala ubicación del centro de comercio. La pandemia agravó la situación económica de los pocos vendedores que se quedaron ahí.

Entre la calle De los Floripondios y Joaquín Pareja, las calles lucen llenas de puestos improvisados donde se oferta toda clase de artículos. Eso reduce el espacio para el tránsito peatonal, generando continuas aglomeraciones. En la zona es común ver a clientes y comerciantes sin mascarilla. Los tumultos son constantes.

Las señales de prohibido estacionar, a lo largo de la vía, no se respetan. Entre los vehículos mal estacionados hay otros desde los que se ofertan víveres, ropa, comida y otros productos. La disputa por los espacios de comercio genera conflictos, que han llegado a las agresiones.

Silvia, quien administra una carnicería en el sector, fue agredida la semana pasada por un grupo de personas que se ubicaron frente a su local y se negaron a reducir el ruido de los altoparlantes con los que anunciaban su mercadería. “La policía llegó y también les agredieron”, dijo.

Otros arrendatarios han optado por sacar sus productos a la acera para evitar que las ventas informales ocupen ese espacio. María Santín asegura que el desorden y la aglomeración atrae otro tipo de problemas que van desde robos al microtráfico de sustancias estupefacientes.

El asalto a personas y el robo de vehículos son dos de los delitos más comunes en este sector, según información de la UPC del sector.

Esa forma de ocupación del espacio público solo ha dejado uno de los dos carriles habilitados para la circulación vehicular y los trancones son constantes.

Farinango explica que hace dos años los comerciantes de la zona se organizaron para solicitar al Municipio que se implemente una zona azul, con el objetivo de regular el uso del espacio público y mejorar la movilidad y el comercio.

La reubicación de los vendedores a la zona del mercado y el control permanente son acciones que sugieren los vecinos del sector.

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