En el albergue San Juan de Dios, Verónica entrega ropa a Julio y a Leonardo, venezolanos. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
La tarde del pasado martes 3 de diciembre del 2019, un grupo de chicos, de entre 7 y 17 años, ensayaba un villancico. Unos lucían muy concentrados y otros sonreían tímidos. De pronto, María Augusta Abad, directora de Corporación Ono Zone, preguntó: “¿Dónde está el niño del rap? Se sabe de memoria el coro”.
Esa organización trabaja desde el 2009 en la erradicación de la mendicidad infantil, en especial en la época navideña.
A diario, chicos que viven en el noroccidente de Quito acuden a los repasos de melodías como Canción de Navidad o Duerme negrito. El objetivo es que no salgan a las calles para pedir unas monedas ni a trabajar en el comercio informal.
El niño que rapea en Ono Zone, por ejemplo, estuvo el martes en el ensayo. Pero tras una llamada de su padre salió. “Posiblemente le pidió que vaya a trabajar. Normalmente eso ocurre”, contó Abad.
En el país, en la última década, desde el Estado se han impulsado dos campañas para erradicar la mendicidad en la temporada navideña.
Da Dignidad se presentó en el 2007. Dos años más tarde se anunció que pasaba a ser parte de la política pública. Y en el 2011 se volvió un programa para frenar la mendicidad.
Diez años después, en el 2017, se la sumó a Misión Navidad, una de las áreas del Plan Toda Una Vida. El propósito del anterior programa se mantuvo: recolectar donaciones para evitar que niños, adolescentes y adultos de Cotopaxi, Tungurahua y Chimborazo migren a las capitales a pedir caridad.
En el 2018, Da Dignidad fue reemplazada definitivamente por Misión Navidad. Se argumentó que llegaban donaciones en mal estado. El 70% de lo recolectado era desechado, admitió Silvana Haro.
Ella fue coordinadora de la zona 9 del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), el año anterior.
El eje de esa misión -relata Haro- fue identificar las zonas expulsoras, abordar a la gente en la calle, dar acompañamiento familiar y contención comunitaria y más actividades lúdicas. “Se trabajó con la gente, no se recibieron donaciones”.
Ella opina que sí se debió mantener la campaña Da Dignidad, ya que el MIES podía canalizar los productos provenientes de manos solidarias.
Esta mañana se presentará en la Presidencia una nueva campaña denominada En Navidad da Solidaridad.
Otra vez se buscará “romper con esa normalización de la cultura de la mendicidad”, adelantó Iván Granda, ministro de Inclusión Económica y Social. La diferencia es que la concienciación sobre lo que significa la caridad y la solidaridad será una tarea que se mantendrá todo el 2020.
María Augusta Abad ensaya un coro de Navidad, en la sede de Corporación Ono Zone. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Para empezar esta campaña, según Granda, han firmado convenios con 19 gobiernos autónomos descentralizados y fundaciones. Y contarán con el apoyo de la Cartera de Educación, ya que los planteles se activarán como centros de acopio de donaciones y los alumnos serán parte de brigadas.
La Policía Especializada en Niños (Dinapen) se sumará. Se extenderán acciones de protección para resguardar a niños y a personas con discapacidad que pudieran ser usadas por redes de trata detrás de la mendicidad.
El concejal Bernardo Abad confirmó que a través de la Secretaría de Inclusión del Municipio de Quito apoyarán.
“Es denigrante que adultos y niños pidan limosna en las esquinas. Gracias al acuerdo con el MIES, en nuestros albergues se intentará dar una Navidad más digna a quienes lleguen; aunque se busca que no salgan de las provincias llamadas expulsoras de la mendicidad”.
Pero más allá de estas iniciativas estatales, en la capital organizaciones como Ono Zone intentan romper con la mendicidad y el trabajo infantil. Y aseguran que eso implica acciones de fondo.
Antes del 2009 -relató María Augusta Abad– buena parte de sus chicos no iba a la escuela. Deambulaban por las veredas pidiendo dinero. Hoy, la mayoría está inscrito en un plantel y asiste a los repasos del coro.
La pobreza -reitera María Augusta– incide en la decisión de que los pequeños salgan a pedir monedas o a laborar.
Esta fundación se enfoca en 300 chicos que dejaron o están dejando las calles. Los vinculan a la música, por ejemplo. Pero antes convencen a sus familias de que son niños y que tienen el derecho de estudiar.
Joaquín (nombre ficticio) tiene 12 años. Es delgado y bajito para su edad. Cuenta que sus padres lo abandonaron y lo dejaron a cargo de sus abuelos.
Desde los 5 trata de ayudarles, estudia mucho para sacar buenas notas. Esa actitud es compensada en Navidad, época en la que disfruta del afecto de la familia, de una cena e incluso de algún regalo. Le encanta el material para dibujar.
Aunque no lo reconocen -apunta María Augusta Abad– Joaquín aún acompaña a su abuela a vender en las calles. De hecho, la mayoría lo hace. Lo niega porque teme que sus parientes puedan ser sancionados por las autoridades.
“Apostamos por sensibilizarlos hasta que entiendan que no deben exponerlos”, señala.
Un inconveniente -dice la directora de la ONG- es la falta de cifras que visibilicen la dimensión de la mendicidad.
“No hay una fotografía real del territorio. Solo en Quito se registró en el 2017 a 4 700 niñas y niños en las calles. No se distinguió si laborando o pidiendo monedas”, indicó Haro.
Tampoco el ministro Granda cuenta con cifras. Es difícil saber -dijo-, además recordó que este año se tendrá que encarar la mendicidad de familias venezolanas.
Hasta el 2018, en el país había 4 millones de niños y adolescentes de hasta 18 años. De ellos 8,3% está en condición de trabajo infantil. La cifra es superior a la registrada en el 2017, con 5,2%. En este último mes, la mendicidad sube un 10%, según datos del MIES al 2018.
Como resultado de las actividades preventivas, la Cartera señaló que entre 2007 y 2016 se redujo al 88% de personas abordadas en situación de mendicidad. Y se logró una articulación con otras entidades.
En estas semanas, en el albergue San Juan de Dios, centro, ya se evidencia la cercanía de la Navidad. Alimentan y alojan a por lo menos 150 personas. En diciembre suelen tener más de 250 huéspedes. En estos meses han recibido a migrantes venezolanos; necesitan donaciones, dijeron.