‘No condenemos a la mujer a cadena perpetua doméstica’

‘No condenemos a la mujer a cadena perpetua doméstica’

La abogada Silvia Buendía, casada y con dos hijos, critica el proyecto legislativo para jubilar a la mujer a los 45 años y propone igualar todos los roles con el hombre.
¿Se violan todos los días los derechos de la mujer en el Ecuador?
Yo creo que sí y lo vemos todo el tiempo. Ecuador es un país con una altísima tasa de maltrato a la mujer en muchos sentidos.
En Montecristi se habló mucho de este tema y en el diseño de la nueva Constitución se pensó mucho en los derechos y la protección a las mujeres.
Es elogiable que la nueva Constitución sea tan garantista y proteja los derechos de la mujer, entre muchos otros sectores sociales anteriormente discriminados y violentados, pero aquella intención no es suficiente.
¿Por qué no es suficiente?
Porque la legislación no es suficiente cuando vivimos rezagos muy fuertes de la sociedad patriarcal y machista, y parte de esta actitud de la sociedad es el paternalismo hacia la mujer.
Es decir, no es solamente cuestión de cambios legales, sino culturales...
Lo que pasa es que los cambios que favorecen a las mujeres no tienen que estar únicamente en la Constitución y en las leyes, sino que tienen que ser parte de la voluntad política de quienes manejan el Estado y de todos los actores sociales.
¿Y existe actualmente esa voluntad política?
Yo sí tengo que valorar algunas cosas del cambio de los últimos años. Por ejemplo, gracias a la paridad de género hoy tenemos que elegir entre hombres y mujeres con alternatividad.
¿Cómo contribuye esa estructura electoral a fortalecer la democracia y a elevar la presencia de la mujer en la política?
La contribución es sustancial, pues eso ha llevado a una mayor presencia de la mujer en la política nacional. Eso es relevante.
¿Por qué es relevante? El género no necesariamente significa capacidad, eficiencia, liderazgo. ¿O sí?
Hay ministras en cargos muy importantes y su desempeño es de alta calidad. ¿Qué se les daba antes a las mujeres en los gabinetes ministeriales? Turismo, Educación y otros pocos cargos supuestamente relacionados con la ‘esencia femenina’. Hoy ya no.
Pero estamos generalizando. Que una mujer esté en un cargo alto no quiere decir que las mujeres ecuatorianas, en general, estén en un nivel mejor al de antes.
Sin duda. Así como el hombre no es uno solo, la mujer no es una sola. No es lo mismo una mujer de clase alta o media alta, educada y con buena posición profesional si se la compara con una mujer pobre, sin educación, sin oportunidades de trabajo, sin protección del Estado. Este tipo de mujer sigue discriminada.
Por eso. Estamos hablando de diferentes grados de situación de la mujer. Y eso implica que aún hay mucho que trabajar desde el Estado y desde la empresa privada.
Tenemos que darnos cuenta de eso, por supuesto. En la actualidad se ve y escucha a un mayor número de mujeres hablando, opinando, dirigiendo, etc., pero ellas representan a una élite económica y no, por poner un ejemplo, a la cocinera o a la lavandera, quienes aún viven situaciones muy difíciles.
Entonces, no es cuestión solo de cambiar la representatividad de género, sino el día a día de la mujer.
Exactamente. Lo que tenemos que cambiar, más allá de lo que ya se ha logrado a nivel legal, es el día a día de la mujer, en especial de la mujer pobre y de la mujer ignorante que tiene mayor predisposición a que se vulneren sus derechos y oportunidades.
¿Quiere decir que para la mujer pobre se está haciendo mucho menos que para la mujer con mayor capacidad económica?
No digo que se está haciendo poco. Digo, más bien, que existen iniciativas que pueden ser de buena voluntad pero que terminan siendo ingenuas.
¿Por ejemplo?
La iniciativa de la jubilación de la mujer a los 25 años de trabajo. Es una idea de grupos feministas que se expresan a través de una asambleísta feminista y que buscan beneficiar a la mujer frente a una inequidad laboral.
Muchas mujeres aplauden esta propuesta porque les parece reivindicativa.
Yo también saludo la iniciativa, pero tengo mis dudas sobre la posibilidad de que sea fruto de un análisis que haya ido más allá del idealismo reivindicativo.
¿Usted cree que se aprobará ese proyecto?
Sí, puede ser, pero soy escéptica respecto a sus efectos positivos.
¿Por qué?
Porque tenemos que ser realistas y decir que hay que tener cuidado con ese tipo de ideas.
¿Tener cuidado?
Sí, porque no será la primera vez que una acción afirmativa termine, más bien, empeorando nuestra situación.
¿Cuáles son sus dudas?
Esta iniciativa nace del hecho de que la mujer cumple roles diferentes al hombre en la sociedad. Es madre, mantiene en orden su casa , cuida a sus hijos, administra la economía familiar. Pero al querer legitimarlo como un trabajo remunerado estamos haciendo todo lo contrario de lo que pensamos.
¿Al legitimarlo como una labor remunerada, en realidad se estaría legitimando una situación de injusticia por la desigual carga de trabajo doméstico entre la mujer y el hombre?
Lo más grave es que estaríamos haciendo que prevalezca una situación inequitativa.
¿Estaríamos reafirmando una condición históricamente injusta?
Exactamente. Suena muy bien, se ve muy bonita, capta adhesiones, logra poner en el debate un problema al que el Estado le ha dado la espalda desde siempre, pero estamos mal en el momento en que admitimos que hay que legitimar esa situación de explotación y discriminación.
Pero se supone que de esa manera, al menos, se combate una parte del problema...
No es cierto, lamentablemente. No podemos asumir la explotación doméstica a la mujer como una cadena perpetua de la cual nunca podremos salir, peor si la volvemos “normal” a través de mecanismos legales. La mujer tiene que salir de su casa, trabajar, desarrollarse como ser humano y profesional, contribuir a la sociedad y a su crecimiento personal.
¿Equiparar los roles del hombre y de la mujer dentro y fuera de la casa?
Por supuesto. Porque si seguimos en lo mismo no se cumple la más elemental filosofía del Derecho Laboral Universal, que es equiparar al hombre y a la mujer a fin de que el empleador no solo elija al hombre para un trabajo productivo y creativo, sino también a la mujer.
¿Lo demás es retórica?
Retórica de la más burda y barata. Cuando en la Asamblea algunos legisladores debatieron la ley hablaron huevadas -perdóneme la palabra-. Legisladores que no tienen idea de la realidad se ponen a lanzarnos flores: que somos madres, que somos sacrificadas, que somos el centro del hogar, que somos nobles...
¿Y no lo son?
El problema no es serlo o no serlo, porque también hay hombres sacrificados, nobles, etcétera. El problema es que no me da la gana de sacrificarme quedándome encerrada en mi casa, limpiando y barriendo y atendiendo a los hijos. Como mujer tengo derecho a tener una carrera, como mujer no quiero que me jubilen a los 45 años y me enjaulen.
Es decir, cortar las alas de una persona justo en su momento más productivo...
¿Se imagina a usted jubilado a los 45 años de edad, precisamente cuando tiene posibilidades de acceder a los mejores cargos, a las mejores posiciones en una institución, a las mejores oportunidades para dirigir procesos?
¿Existe demagogia política detrás del proyecto?
El asambleísta que dice que debemos jubilarnos para ir a cuidar a los nietos no entiende el mundo. Nadie tiene derecho a condenarnos a lo que no queremos.
¿Qué deberían considerar los asambleístas?
Primero, que como la mujer tiene un exceso de roles hay que darle beneficios. No hay que repartir los roles entre el hombre y la mujer. Segundo, que si la mujer quiere llegar a ocupar funciones altas en una empresa o destacar en el mercado laboral, no tenga el obstáculo de que no la contraten porque “pudiera quedar embarazada”. Tercero, que la mujer con la misma capacidad del hombre gane exactamente el mismo salario del hombre, ni más ni menos.
¿Lo de fondo son estigmas machistas contra la mujer?
Por supuesto, empezando porque el empleador pague a la mujer el sueldo por su capacidad y no “por ser mujer”.
¿Hay intenciones ocultas?
A mí no me vengan con eso de que la mujer es lo más bello, que es un regalo de Dios, que su rol es mantener a su alrededor la unidad familiar, que somos como el pétalo de una rosa...
En una sociedad más justa, ¿cómo se define la igualdad entre la mujer y el hombre?
La igualdad se define en los deberes y derechos de los hombres y de las mujeres. Ellos y ellas tienen que trabajar y ser pagados según su calidad, no según su sexo. A mí que no me jubilen a los 45 años. A mí que me dejen ser la mejor profesional del país hasta cuando yo quiera ser la mejor profesional del país.
HOJA DE VIDA
Silvia Buendía
Su experiencia. Guayaquileña, abogada, asesora legal, lectora voraz y analista. Mantuvo en Diario El Telégrafo una columna de opinión y es parte del ‘staff’ del programa ‘Así somos’, en Ecuavisa.
Su punto de vista. Se considera feminista, radical, atrevida y habla sin tapujos. Rechaza toda clase de estereotipos en contra de la mujer.
Su opinión sobre la jubilación de la mujer. La jubilación a los 45 años frustraría a muchas mujeres justo en su mejor momento profesional y humano.